domingo, 25 de enero de 2015

INGENIEROS LEGIONARIOS. IV

Si el lector desea tener un ejemplo perfecto del arte de la poliorcética, debe tener conocimiento de lo que ocurrió en el asedio de Alesia. Aún más, los acontecimientos que sucedieron en aquella ciudadela en el año 52 a. C. son una lección de cómo reacciona el ser humano ante situaciones verdaderamente extremas.
En la primavera del 52 a. C. Julio César había experimentado un pequeño fracaso que rompía de manera ruidosa la racha de victorias que había cosechado desde comienzos de aquel año. Había sido incapaz de poner cerco a Gergovia, principal población de la nación de los arvernos y patria de su enemigo, Vercingetórix. Efectivamente César sabía desde el principio que con seis legiones incompletas no podía establecer el asedio de una población situada entre escarpadas colinas y protegida por varios campamentos que defendían más de 80.000 enemigos.
Habiendo comprendido que la única opción que le quedaba era retirarse hacia el Norte para reunirse con su legado Tito Labieno y las otras cuatro legiones que tenía en Galia, decidió hacerlo no sin antes ofender al enemigo de alguna forma. Así, adoptó una estrategia semejante a la que utilizan algunos jugadores de dominó que podríamos llamar del oportunista. Consiste en no tener un juego concreto, sino permanecer alerta y estar dispuesto a coger cualquier oportunidad que se presente por pequeña que sea. Claro que esta estrategia es sumamente arriesgada, pues cualquier inconveniente puede echarla por tierra. La ventaja que tiene es que siempre sorprende al oponente.
Aquella vez el viejo aforismo latino de audaces Fortuna iuvat no se cumplió, para confirmar la regla, y César fracasó en su golpe de mano, con lo que hubo de retirarse pero en peores condiciones. A pesar de todo, Vercingetórix le permitió alejarse sin atreverse a estorbarle el movimiento; con lo cual, en pocas jornadas, César consiguió reunirse con Labieno y las otras cuatro legiones.
El fracaso del cerco de Gergovia había supuesto un enorme descrédito para César y las naciones galas que todavía dudaban de qué bando tomar se pasaron al lado de Vercingetórix; la deserción más preocupante que sufrieron los romanos fue la de los eduos, principales aliados de Roma en Galia desde hacía años. César se encontraba aislado en el Norte y sin caballería, a causa de que los eduos le habían abandonado. Fue entonces cuando tuvo una idea de esas que aparecen cuando se está desesperado; tomó la determinación de reclutar jinetes germanos con los que formar una caballería. No eran muchos, pero con probabilidad se trataba de jinetes con experiencia, de soldados de fortuna; no se trataba de aristócratas que combatían a caballo como los galos; de hecho, los caballos que traían eran tan pequeños y descastados que César les buscó otros de mayor talla y mejor casta. Sabía de sobra que los galos temían a los germanos desde los tiempos del rey Ariovisto y la gran derrota que sufrieron en la batalla de Magetobriga. Aquellos germanos serían capaces de poner en fuga a los jinetes galos.

                            Jinete romano.

César había reorganizado su ejército, pero su posición le situaba en desventaja. Se hallaba muy al Norte y rodeado de pueblos hostiles que formaban parte de la rebelión; tenía provisiones para una campaña larga, pero no podía reponerlas, en parte por la deserción de los eduos y sus dependientes, en parte por la estrategia de Vercingetórix, consistente en destruir o quemar todo aquello que pudiera servir de abastecimiento a los romanos. La situación empeoró cuando Convictolitave, primer magistrado de la república de los eduos hizo un trato con Vercingetórix y se apropió de todas las provisiones y el equipaje que guardaba César en la ciudad de Novioduno.
Además, las noticias que venían del Sur eran inquietantes, un ejército rebelde amenazaba la Galia Transalpina y se temía que la nación de los alóbroges, habitantes de la provincia, se uniese a la rebelión.
En estas circunstancias, César decide dirigirse al Sur siguiendo el curso del río Arar aguas abajo. Lo hace atravesando las tierras de los lingones y su intención es situarse en una posición más ventajosa, desde la cual pueda amenazar a Bibracte, capital de los eduos, y aproximarse a la Galia Transalpina para establecer una línea de suministros y ahuyentar a los que acosaban la provincia.



A la sazón, Vercingetórix se encontraba en Bibracte, reclutando caballería e infantería de los eduos, cuando supo que César se dirigía hacia el Sur. El príncipe galo era un hombre inteligente, pero interpretó mal el movimiento de César al pensar que huía hacia la Galia Transalpina; nada más lejos de la realidad que esto. César se desplazaba con diez legiones y una caballería auxiliar compuesta por unos 3.000 jinetes; en total sumarían casi 40.000 soldados. Sin embargo, la infantería de César era con diferencia la mejor de su tiempo; la mayoría de los legionarios eran veteranos y tras el desastre de Gergovia habían promocionado cuarenta y seis soldados al puesto de centurión; esto quiere decir que medio centenar de centurias estaban dirigidas por hombres dispuestos a lo que fuese para justificarse en el cargo. Por otra parte, la caballería de César, como hemos dicho anteriormente, era excelente. En ella destacaban los germanos, soldados de fortuna, expertos en el combate. Además iban con César jinetes hispanos, diestros con el caballo, y algunos galos que habían permanecido fieles y llevaban varios años de campaña con los romanos. En resumidas cuentas, César no temía el combate y confiaba en batir a Vercingetórix en campo abierto.
Por su lado, Vercingetórix contaba con la caballería más numerosa que había visto Europa desde los tiempos de la invasión de Jerjes, más de 15.000 jinetes. La infantería gala era, así mismo, numerosísima, más de 80.000 soldados, entre los cuales se encontraban miles de expertos arqueros. El enfrentamiento entre ambos ejércitos iba a ser de grandes proporciones.

           Jinete galo.

Vercingetórix levantó el campamento y se dirigió al Noreste con la intención de interceptar a César y acosarlo con su numerosa caballería; de esta manera, obligaría a los romanos a detenerse para organizar una defensa o a abandonar el bagaje para marchar más rápido y ponerse a salvo. César en su Comentario VII pone estas palabras en voca de Vercingetórix:
"Venido es, les dice, ya el tiempo de la victoria. Los romanos van huyendo a la Provenza y desamparan la Galia; si esto nos basta para quedar libres por ahora, no alcanza para vivir en paz y sosiego en adelante, pues volverán con mayores fuerzas, ni jamás cesarán de inquietarnos. Ésta es la mejor ocasión de cerrar con ellos en la faena de la marcha. Que si la infantería sale a la defensa y en ella se ocupa, no pueden proseguir el viaje; si tiran, lo que parece más cierto, a salvar sus vidas, abandonando el bagaje, quedarán privados de las cosas más necesarias, y sin honra. Pues de la caballería enemiga, ninguno aun de nosotros duda que no habrá un solo jinete que ose dar paso fuera de las filas. Para más animarlos les promete tener ordenadas sus tropas delante de los reales, y poner así espanto a los enemigos. Los caballeros, aplaudiéndole, añaden, que deben todos juramentarse solemnísimamente a no dar acogida, ni permitir que jamás vea sus hijos, sus padres, su esposa, quien no atravesase dos veces a caballo por las filas de los enemigos."
Cuando César cruzaba la frontera que separa a los lingones de los secuanos, Vercingetórix acampó a diez millas de los romanos, y dividiendo su caballería en tres cuerpos, los atacó. Viéndolos venir, César adelantó a su caballería también en tres cuerpos, teniendo lugar un terrible choque. Los romanos se encontraban en evidente inferioridad numérica, pero César aplicó una táctica que después, en Farsalia, sería llevada a la perfección. Consistía en que la caballería, tras el primer choque, se retiraba hacia los huecos que había entre las cohortes; cuando la caballería enemiga se acercaba a la infantería, recibía una lluvia de pila que los hacía retroceder; así una y otra vez. Finalmente, los jinetes germanos, saliendo por la derecha, cargaron contra los galos y los pusieron en fuga, después de haber caído muchos de ellos. Observando Vercingetórix lo que ocurría y temiendo quedar encerrado entre el enemigo y el río, levanta a toda prisa el campamento y se dirige a Alesia.
¿Por qué causa se dirigió Vercingetórix a Alesia y no a Bibracte o Gergovia? Es posible que sus soldados estuviesen asustados y buscase un refugio cercano y seguro. Pero también es posible que el príncipe arverno intentase atraer de nuevo a César al interior del territorio enemigo, quebrando así sus planes iniciales; esto supondría que los romanos se verían de nuevo aislados y lejos del avituallamiento. La retirada a Alesia sería, por tanto, un movimiento estratégico.
A aquellas alturas parece que Vercingetórix aún no conocía bien a su oponente. César estaba dispuesto a jugárselo todo a la mínima oportunidad y una vez que tuviera la presa no la soltaría. Persiguió a Vercingetórix hasta Alesia y acampó frente a ella.
Alesia era un pequeño recinto fortificado de la nación de los mandubios. Tenía como ventaja que se encontraba en lo alto de una meseta de laderas escarpadas, actualmente el monte Auxois, y sin duda estaba protegida por un murus gállicus. Se trataba de un recinto donde los mandubios guardaban el grano y otros productos agrícolas de los alrededores; todavía era verano y los almacenes del poblado debían estar llenos de alimentos. Al Oeste de Alesia se extendía una amplia llanura, pero en los otros tres lados había terreno elevado y sendos arroyos discurrían al Norte y al Sur de la ciudad.
Vercingetórix estaba acampado en las afueras del recinto; parecía imposible realizar un asalto sin sufrir enormes pérdidas, e incluso ser derrotado.

                   Monte Auxois en la actualidad.

César recurrió al asedio. Se trataba de una obra inmensa, pues el perímetro de la circunvalación medía 18 km y contaba con  23 fortines, además de varios campamentos para los soldados.
Al comienzo de las obras, los galos sacaron a su caballería del campamento para molestar a los que trabajaban en la circunvalación; César respondió enviando a sus jinetes a la llanura y haciendo formar a los legionarios frente a los galos. Los caballos trabaron combate y los germanos volvieron a poner en fuga a los galos, los cuales corrieron a refugiarse dentro de los muros de Alesia; pero como los accesos eran angostos, se empujaban unos a otros, mientras otros intentaban trepar por la muralla para ponerse a salvo. Como en ese momento César dio orden a la infantería de que avanzase hacia el campamento galo y se extendió el pánico entre los que allí estaban, Vercingetórix ordenó que fuesen cerradas las puertas del campamento; los jinetes que no pudieron entrar a tiempo fueron muertos o cautivos.
Aquella derrota convenció definitivamente a Vercingetórix de que su caballería no le iba a servir de mucho contra César, en vista de lo cual, ordenó a todos sus jinetes que saliesen de Alesia en la oscuridad de la noche y pidiesen ayuda a los príncipes y jefes galos de todas las naciones aliadas para que reclutasen un gran ejército y acudiesen en su ayuda.
César en su comentario VII nos cuenta como circunvaló Alesia:
"Cavó un foso de veinte pies de ancho con las márgenes aniveladas, de arte que el suelo fuese igual en anchura al borde; todas las otras fortificaciones tirólas a distancia de cuatrocientos píes de este foso, por razón de que habiendo abarcado por necesidad tanto espacio, no siendo fácil poner cordón de soldados en todas partes, quería evitar los ataques improvisos o nocturnos del enemigo, y entre día los tiros contra los soldados empleados en las obras. Después de este espacio intermedio abrió don zanjas, anchas de quince pies y de igual de altura; la interior llenó de agua, guiada del río por sitios llanos y bajos. Tras éstas levantó el terraplén y estacada de doce pies, guarnecida con su parapeto y almenas con grandes horquillas a manera de asta de ciervo, sobresalientes entre las junturas de la empalizada, para estorbar al enemigo la subida. Todo el terraplén cercó de cubos, distantes entre sí ochenta pies."
Cuando César tuvo noticias por los desertores de que se estaba reuniendo un gran ejército para socorrer a Vercingetórix, comenzó a construir una línea exterior de contravalación con características similares a la línea interna. Lo excepcional del caso es que nunca antes en la Historia había ocurrido que un ejército asediador fuese asediado a la vez, o al menos, no tenemos constancia documental de ello.

Sitio de Alesia, año 52 a. C.

La línea interior sitiaba Alesia, la exterior protegía al ejército sitiador. Las técnicas modernas y las nuevas excavaciones  han confirmado la descripción que hace César de las obras de asedio en sus Comentarios.
Al Oeste, por donde se abría la llanura, los romanos cavaron un foso de lados rectos y 6 m de anchura, que iba de un arroyo al otro. La línea de defensa estaba situada  120 m más atrás y consistía en dos zanjas y detrás de ellas una muralla de 3,5 m de altura reforzada con torres a intervalos de 20 m.

                   Zanjas y muro de circunvalación de Alesia.

Todavía pensaba César que aquellas defensas eran pocas y sembró de trampas y obstáculos el terreno que se extendía entre el foso y las zanjas. Así lo describe en sus Comentarios:
"Por lo cual a las obras dichas trató César de añadir nuevos reparos, para poder cubrir las trincheras con menos gente. Para esto, cortan troncos de árboles o ramas muy fuertes, acepilladas y bien aguzadas las puntas, tirábanse fosas seguidas, cuya hondura era de cinco pies. Aquí se hincaban aquellos leños, y afianzados por el pie para que no pudiesen ser arrancados, sacaban las puntas sobre las enramadas. Estaban colocados en cinco hileras, tan unidos y enlazados entre sí, que quien allí entraba, él mismo se clavaba con aquellos agudísimos espolones, a que daban el nombre de cepos. Delante de éstos se cavaban unas hoyas puestas en forma de ajedrez, al sesgo, su hondura de tres pies, que poco a poco se iban estrechando hacia abajo. Aquí se metían estacas rollizas del grueso del muslo, aguzadas y tostadas sus puntas de arriba, de modo que no saliesen fuera del suelo más de cuatro dedos. Asimismo, a fin de asegurarlas y que no se moviesen, cada pie desde el hondón se calzaba con tierra, y para ocultar el ardid se tapaba la boca de la hoya con mimbres y matas. Ocho eran las hileras de este género de hoyas, distantes entre sí tres pies, que llamaban lirios por la semejanza del tamaño de un pie, erizados con púas de hierro, sembrados a trechos por todas partes, con el nombre de abrojos."


El verano tocaba a su fin y aún había provisiones en la comarca; pero no quedaba mucho tiempo, en pocas semanas los alimentos comenzarían a escasear, por esa razón, César ordenó que se hiciese acopio de todos los alimentos que se encontrasen en los alrededores; al final de esta faena, el ejército romano se procuró provisiones para algo más de un mes.
Los de Alesia tenían muchos más problemas con las provisiones. Según afirma César en sus Comentarios, en el poblado se encontraban más de 80.000 personas, que debían estar hacinadas. Algunos investigadores y críticos han puesto en duda esta última cifra, puesto que, según ellos, era imposible que Vercingetórix pretendiese meter en un espacio tan pequeño a tanta gente. Sea como fuere, el hecho es que en Alesia la escasez de provisiones era terrible y el hambre amenazaba a todos los que allí estaban recluidos. Lo peor de todo es que no tenían noticias sobre si se había reunido el ejército de socorro o no, pues César ya había cerrado completamente su vallado. Angustiados por la situación, se reunieron en consejo y, tras escuchar distintas opiniones, decidieron que todos aquellos que no fuesen útiles para la defensa fueran expulsados de Alesia, reservando las provisiones para los guerreros. De esta manera, las mujeres, los niños y los ancianos fueron arrojados al espacio que mediaba entre los muros de Alesia y el vallado de César; éste no los acogió, y Vercingetórix no volvió a recogerlos; como consecuencia, languidecieron en aquella tierra de nadie durante unos días hasta que murieron de hambre.
La situación dio un giro cuando en el horizonte apareció el ejército de socorro. Según César eran unos 8.000 jinetes y 240.000 infantes reclutados en toda la Galia. Comandantes de este ejército eran, Comio, rey de los atrébates que había prestado servicios a César en Britania, Viridomaro y Eporedórix, jóvenes aristócratas eduos que habían servido en la caballería de César semanas antes y Vercasivelauno, arverno y primo de Vercingetórix.

                                      Yelmo galo.
Los mismos que ponen en dudas el número de soldados que quedaron encerrados en Alesia con Vercingetórix, ponen también en duda las cifras que da César para este ejército de auxilio. Es posible que en los Comentarios se haya exagerado, pero de lo que no cabe duda es de que en Alesia tuvo lugar una de las batallas más grandes de la Antigüedad.
El ejército de auxilio acampó en un terreno elevado al Suroeste de Alesia, a un kilómetro de la línea de contravalación. Al día siguiente, Comio y los otros comandantes formaron a la caballería en la llanura y colocaron detrás a la infantería. En respuesta y con ánimo de colaborar, Vercingetórix sacó a sus guerreros de la ciudad y el campamento, avanzaron y rellenaron una pequeña parte del foso que los romanos habían excavado. Entonces, con una audacia increíble César ordenó a sus jinetes que salieran de las líneas para enfrentarse a la caballería de Comio; se enfrentaron los caballos  durante un buen rato hasta que de nuevo los germanos pusieron en fuga a los galos; en vista de lo cual, Comio recogió a su gente en el campamento y Vercingetórix volvió a entrar en Alesia.
Al día siguiente los galos fabricaron escalas y cuerdas para amarrarse y escalar la empalizada; también hicieron acopio de zarzas para rellenar el foso. A medianoche comenzó el ataque del ejército auxiliar, lanzando un fortísimo grito, que escuchó Vercingetórix desde Alesia. Éste lanzó un ataque simulténeo desde la ciudad; sin embargo, en ambas líneas las defensas que habían construido los romanos funcionaron perfectamente y en las trampas y las zanjas quedaron muchos atrapados. El asalto fracasó y los atacantes se vieron obligados a retirarse con grandes pérdidas.
El verano daba paso al otoño y las provisiones escaseaban en Alesia; la situación comenzaba a ser desesperada a pesar del racionamiento de los alimentos. También el ejército auxiliar tenía problemas de abastecimiento; era demasiado numeroso y los galos carecían de experiencia en el arte de la organización del aprovisionamiento. César había hecho acopio de provisiones y pienso para unas semanas, pero el tiempo corría inexorable. El desenlace no podía tardar mucho.

                        Moneda donde se representa un trofeo con armas gálicas, dos cautivos y el nombre                             de César. 

Las defensas que habían construido los legionarios en la circunvalación y la contravalación habían sido eficaces sobre todo a la hora de ralentizar en avance del enemigo en dirección al vallado; esto les proporcionaba el tiempo suficiente para maniobrar y acudir al lugar concreto donde se producía el asalto; el factor sorpresa, por tanto, y la rapidez en el asalto eran condiciones necesarias para el éxito de los atacantes.
Comio y los demás comandantes se percataron de ello tras la última sangrienta retirada; era necesario encontrar un punto débil en las defensas de César y atacar allí con rapidez. No tardaron mucho en encontrarlo; en el extremo Noroeste del semicírculo de colinas que rodeaban Alesia los romanos no habían podido cerrar totalmente la contravalación debido al gran tamaño del monte que allí se elevaba. De noche y en silencio, Vercasivelauno, con 60.000 guerreros escogidos se apostó en la ladera contraria de aquel cerro. Al amanecer, Comio y los otros comandantes lanzaron pequeños ataques contra el vallado con la intención de distraer a los romanos. A mediodía, cuando los romanos combatían dispersos, Vercasivelauno y su gente subió a la cima del cerro y descendió por el lado donde los romanos cubrían el punto débil de las defensas con un fortín. Al mismo tiempo, Vercingetórix hizo una salida para intentar asaltar el vallado de la circunvalación. César, observando estos acontecimientos desde una altura, envió allí a su legado Tito Labieno con seis cohortes de refuerzo. Sin embargo, la presión sobre las defensas alcanzó tal intensidad que Labieno perdió el control del terraplén y el asalto a la contravalación estuvo a punto de tener éxito. En un momento crucial, César, recogiendo a cuantas cohortes se encontró en el camino, se dirigió personalmente al lugar donde la línea defensiva se había roto; vestía un manto rojo por el cual todos le conocían aunque fuese a distancia. Con ello, el ánimo volvió a los legionarios que, agotados los pila, empuñaron el gladius en el cuerpo a cuerpo.
Cuando todos combatían sin mirar por su seguridad, César dio orden a una parte de la caballería de que saliese del vallado y diese un rodeo para sorprender a los soldados de Vercasivelauno por la espalda. Cuando esto ocurrió, viendo los galos que los legionarios defendían desesperadamente las líneas defensivas y echándoseles la caballería encima, volvieron la espalda y huyeron para ponerse a salvo, muriendo muchos de ellos allí mismo. Vercasivelauno fue hecho prisionero.
Vercingetórix, en la parte interior vio con desánimo lo que ocurría a los soldados de Vercasivelauno, ocurriendo que él y su gente apenas habían conseguido llegar al terraplén interior, tras quedar muchos atrapados en las trampas y los cepos. Desde la valla fueron rechazados una y otra vez hasta que, finalmente, dio la orden de regresar a Alesia.
Aterrados los del ejército de auxilio, a toda prisa, abandonaron el campamento, perseguida la retaguardia por la caballería de César, no sintiéndose seguros hasta llegar a sus tierras de origen.
Al día siguiente, Vercingetórix convocó consejo, tras el cual decidió entregarse a los romanos; nadie hizo ninguna objeción. Una comitiva fue enviada a negociar la rendición con César, que exigió que entregaran las armas y los líderes se rindieran. Según Plutarco y Dión, Vercingetórix se puso su más lujosa armadura, subió a su caballo y se presentó ante César que estaba sentado en su silla de magistrado, seguidamente fue apresado.

                             Moneda con el nombre y rostro de Vercingetórix.

Como dijimos al comienzo de este artículo, la batalla de Alesia constituye un ejemplo de ingeniería militar de asedio. Hay que tener en cuenta que todos estos trabajos se realizaron en medio de una batalla que duró aproximadamente un mes. Fue un enfrentamiento impresionante en el que murieron decenas de miles de personas. Por tanto, hubo que trabajar y combatir a la vez. El genio de César fue muy importante sin duda, pero también fue decisiva la existencia de equipos de ingenieros con años de experiencia y, por supuesto, la organización y la formación de los legionarios. Cuando había que cavar un foso, todos sabían cual era su puesto y su misión, cuando había que talar árboles, todos colaboraban según un plan, cuando había que levantar una empalizada, los legionarios eran rápidos y eficaces.
Cuando una labor se repite muchas veces, se automatiza. Aquellos legionarios usaban el hacha y la pala a diario y solo de vez en cuando el pilum y el gladius. Aquellos enormes trabajos eran una garantía de supervivencia para los soldados, de ahí que pusiesen todo su empeño en ellos.
Resumiendo, César ganó en Alesia por la mayor competencia del ejército romano, y en parte también por su peculiar personalidad.
                      Vaso encontrado en los alrededores de Alesia.

martes, 6 de enero de 2015

INGENIEROS LEGIONARIOS. III


Roma aprendió el arte de la poliorcética en sus guerras con Cartago. Antes había luchado en la Península Itálica contra naciones aguerridas, como los samnitas, y había asediado ciudades fortificadas, pero sus experiencias en asalto a fortalezas no eran de gran importancia. Fue al entrar en contacto con los ingenieros militares de la Magna Grecia cuando los romanos entendieron que el asedio y asalto a una fortaleza o ciudad amurallada era un arte de complejidad asombrosa.
Los cartagineses habían heredado una tradición milenaria de técnicas de asedio y asalto; pero, además, tenían entre sus ingenieros y arquitectos militares a griegos de Sicilia, Asia, Egipto y Cirenaica. Los romanos aprendieron de todos ellos en  las guerras contra Cartago y después ampliaron sus conocimientos de poliorcética durante la conquista del Mediterráneo Oriental. A comienzos del Siglo I a. C. los ingenieros militares romanos dominaban unas técnicas muy complejas y eficaces; el asedio y asalto de fortalezas era un arte y una ciencia.
Sin embargo, no todo fueron luces, también hubo sombras. La guerra de Numancia fue larguísima y dura, y a punto estuvo en acabar en derrota. Desde 140  hasta 134 a. C. los numantinos derrotaron a los romanos una vez tras otra; desesperado, el pueblo romano eligió en este último año cónsul in absentia a Publio Cornelio Escipión Emiliano, el que puso cerco y destruyó a Cartago. Para vencer a los numantinos reclutó un ejército de más de 60.000 soldados, la mitad de ellos auxiliares procedentes de Hispania, otros muchos de Numidia y el Mediterráneo Oriental. Entre abril del 134 a. C. y julio del 133 a. C. Escipión Emiliano estableció un férreo cerco en torno a Numancia, cuyos habitantes murieron en su mayoría por hambre. Según se dice, Escipión Emiliano no hizo otra cosa que seguir los consejos de su padre, Lucio Emilio Paulo, a quien le había oído decir lo siguiente:
"Un buen general nunca lucha en orden cerrado si no es por imperiosa necesidad o en ocasión muy propicia."  

                       Ruinas de Numancia, Soria.

Sea esto último cierto o no, lo que sí podemos asegurar es que Cayo Julio César entendió a la perfección el significado de esta máxima, pues jamás presentaba batalla campal si el pronóstico era dudoso o suponía una gran cantidad de bajas. De lo que ocurrió en Numancia es posible que tuviese información de primera mano gracias a Cayo Mario, su tío político. Cayo Mario participó en el cerco de Numancia y se destacó entre otros por su valor y su eficiencia; allí trabajó en la construcción de las fortificaciones con las que Escipión Emiliano rodeó la ciudad celtíbera. Es bastante posible que fuese en aquel asedio donde Mario asimiló el valor de los trabajos de ingeniería y la eficacia de la utilización del soldado como obrero especializado. Mario murió siendo César aún un adolescente, pero es posible que alguna de esta información llegara al muchacho, que desde niño destacó por su precocidad e inteligencia.
Numancia fue una escuela de poliorcética para el ejército romano y Escipión Emiliano no estaba solo para llevar a cabo aquella obra, entre sus soldados y colaboradores había muchos griegos de la Grecia Continental, Asia, Siria, Sicilia y Massalia, muchos de ellos artistas, artesanos, arquitectos e ingenieros de todo tipo.
Julio César era un convencido partidario de estas teorías militares cuando en el año 58 a. C. llegó a la Galia Transalpina con el objetivo de detener la migración de los helvecios. En los años siguientes realizó una serie de campañas que le convertirían en dueño de Las Galias. Pero en el año 52 a. C. hubo de enfrentarse a una rebelión que estuvo a punto de triunfar y de costarle la propia vida. De manera silenciosa y oculta las naciones de Galia se aliaron entre sí y se intercambiaron juramentos. Fueron los druidas quienes urdieron esta confabulación, que pronto comenzó a girar en torno a un líder joven e inteligente, Vercingetórix, príncipe arverno.

 
                 Moneda acuñada por Vercingetórix con su propia imagen.

Era el invierno del 53-52 a. C. y César se encontraba en la Galia Cisalpina con la intención de estar al tanto de lo que ocurría en Roma; fue entonces cuando estalló la rebelión entre la nación de los carnutes, que mataron a todos los romanos que vivían en Cenabo (Orleans). Poco después Vercingetórix reunió un imponente ejército compuesto por guerreros de todas las naciones del centro y Sur de Galia.
Al comienzo, la estrategia de Vercingetórix consistió en atacar a los aliados de César para obligarles a cambiar de bando, principalmente a los eduos y sus clientes. Sin embargo, César desbarató este plan cuando audazmente cruzó el macizo de Cevennes, acompañado de su caballería germana, y tras saquear los campos de los arvernos, obligó a Vercingetórix a regresar a su tierra para socorrer a su gente. Sin embargo, el ataque al país de los arvernos no fue nada más que una estratagema de César, pues inmediatamente, con la excusa de regresar a la Galia Transalpina para reclutar más soldados, se dirigió hacia el Norte, a través del valle del Ródano, acompañado por un reducido destacamento de caballería germana, y en pocos días se reunió con sus diez legiones en Agendico (cerca de la actual Sens), donde guardaba la mayor parte de las provisiones para el invierno.
Enterado Vercingetórix del engaño, retornó a su antiguo plan y se dirigió contra los boyos que se habían establecido en tierras de los eduos tras la guerra con Ariovisto. (https://sites.google.com/site/temasdelahistoria/caravana-hacia-el-sur)
Los boyos, clientes de los eduos, eran pocos y Vercingetórix planeaba obligarles a pasarse a su bando. La reacción de César fue inmediata; tras dejar dos legiones de guardia en Agendico, se dirigió a toda prisa con las ocho restantes a Vellaunoduno, poblado de los senones, que se rindió tras un corto asedio. Después, en solo dos días, llegó a Cenabo, ciudad comercial de los carnutes donde había comenzado la rebelión. Sorprendidos sus habitantes, intentaron huir al abrigo de la noche, pero fueron muertos o capturados en su totalidad. Acto seguido, César cruzó el Loira y se dirigió contra los bituriges, ante lo cual, Vercingetórix abandonó su campaña contra los boyos y corrió a interceptar a César. Lo encontraron sitiando Novioduno (Neung-sur-Beuvron), fortaleza de los bituriges. Los defensores ya habían aceptado la rendición, pero al ver como se acercaba el ejército de Vercingetórix dieron marcha atrás y continuaron combatiendo. No obstante, todo fue inútil, porque tras un encuentro entre las dos caballerías, en el cual llevaron las de perder los galos, los de Novioduno decidieron que lo mejor era rendirse, y así lo hicieron.
Vercingetórix entendió en este momento que vencer a los romanos en campo abierto iba a ser muy difícil; por esta causa ordenó que todos los poblados y granjas de los alrededores fuesen incendiados con las provisiones que contenían; así pensaba derrotar a los romanos matándolos de hambre; si éstos, impulsados por la necesidad, salían a los campos en busca de alimento, no lo encontrarían y serían fácil presa de emboscadas y asaltos.
Fue entonces cuando los bituriges suplicaron a Vercingetórix que no quemase la fortaleza de Avarico (Bourges), argumentando que era prácticamente inexpugnable por estar casi toda rodeada de ríos y lagunas, y poseer unas murallas tan altas y fuertes que César sucumbiría al hambre antes de siquiera aproximarse a ellas. Vercingetórix les concedió lo que pedían y Avarico se convirtió en el único almacén de alimentos en muchos kilómetros a la redonda.

    Movimientos de César en el invierno del 53-52 a. C.


Todavía era invierno cuando César llegó ante Avarico. La ciudad estaba casi enteramente rodeada por los ríos Yévre y Auron y la zona pantanosa que ambos formaban; solo por un lado muy angosto se podía acceder a ella y, aún así, la pendiente hacía difícil la subida. César lo describe así en su Comentario VII:

dicen ser fácil la defensa por naturaleza delsitio, estando, como está, cercada casi por todos lados del río y deuna laguna, con sólo una entrada y esa muy angosta.” 
Por su parte Vercingetórix, que iba siguiendo a César desde una prudente distancia, acampó en un lugar cubierto de lagunas y bosques a quince millas de Avarico. Desde allí podía auxiliar cómodamente a los de la ciudad e impedía a los romanos salir en busca de alimentos, pues a la menor ocasión enviaba a la caballería a asaltar a los que forrajeaban por los alrededores; así esperaba vencer a los legionarios por el hambre y la falta de todo lo necesario.
A pesar de estas grandes dificultades César comenzó a construir una rampa de asedio en la zona en la que Avarico no estaba ceñida por los ríos, según cuenta en sus Comentarios:

“César, asentado sus reales enfrente de aquella parte de laplaza que, por no estar cogida del río y de la laguna, tenía, según seha dicho, una subida estrecha, empezó a formar el terraplén, armarlas baterías y levantar dos bastidas, porque la situación impedía elacordonarla.”

En efecto, el problema que se presentaba ante césar era que no podía circunvalar la ciudad, como un siglo antes hizo Escipión Emiliano con Numancia. La solución tecnológica era, pues, tomar la muralla al asalto, y para ello era necesario batir el muro con los arietes. No obstante, aquel no era un muro cualquiera, se trataba de un murus gállicus, cuya técnica de construcción también se describe en el Comentario VII:

“La estructura de todas las de la Galia viene a ser ésta:Tiéndense en el suelo vigas de una pieza derechas y pareadas,distantes entre sí dos pies, y se enlazan por dentro con otras altravés, llenos de fagina los huecos; la fachada es de gruesas piedrasencajonadas. Colocado esto y hecho de todo un cuerpo, se levantaotro en la misma forma y distancia paralela, de modo que nunca setoquen las vigas, antes queden separadas por trechos iguales con lainterposición de las piedras bien ajustadas. Así prosigue la fábricahasta que tenga el muro competente altura. Éste por una parte no esdesagradable a la vista, por la variedad con que alternan vigas ypiedras, unas y otras en línea recta paralela sin perder el nivel; porotra parte es de muchísimo provecho para la defensa de las plazas,por cuanto las piedras resisten al fuego, y la madera defiende de lasbaterías, que como está por dentro asegurada con las vigas de unapieza por la mayor parte de cuarenta pies, ni se puede romper nidesunir.”

                         Murus gállicus.

                             Perfil del murus gállicus
 Siendo aquel muro tan difícil de batir, la alternativa era minarlo; pero tanto para lo uno como para lo otro era necesario acercarse a él. Por esta última razón era indispensable construir una rampa, gracias a la cual trabajadores y máquinas pudiesen aproximarse lo suficiente a la muralla. Se han dicho muchas cosas sobre esta rampa, pero veo necesario analizar el asunto desde la perspectiva más lógica. Se suele afirmar que más que una rampa era una especie de terraplén, como puede leerse en los Comentarios, pues según se dice, comenzó a construirse desde una colina cercana de altura superior a la base de la muralla. César en su Comentario VII no hace referencia a nada de esto último. Si efectivamente había una vaguada frente a aquella zona de la muralla, debía ser muy ancha, porque, de lo contrario, no se correspondería con lo que afirmaban los propios bituriges sobre Avarico, que se trataba de una fortaleza inexpugnable. Lo que sí es cierto, porque lo menciona César, es que en aquel tramo del muro había una puerta, y por tanto, el acceso a carros y animales de carga debía ser fácil.

Es posible que César simplemente nivelase el terreno, ensanchando el camino de acceso a la puerta; la rampa, por tanto, partiría de cierta altura y tendría una escasísima pendiente, cosa muy favorable a la hora de empujar hacia adelante las dos torres que montó en ambos lados.
La madera era un material abundante en los alrededores, y con ella debió construirse una especie de armazón que luego sería rellenado con tierra y broza. Los trabajadores se protegían tras unas estructuras de madera, tejido y cuero, que eran desplazadas, avanzando progresivamente, según la rampa se iba acercando al muro. Además, los romanos colocaron máquinas de artillería que disparaban continuamente contra el adarve de la muralla de Avarico, impidiendo así que desde allí los galos lanzasen piedras dardos o jabalinas sobre los trabajadores. César fue siempre prudente y tuvo el progreso de los trabajos de asedio entre sus prioridades; por esta razón tenía constantemente dos legiones armadas en alerta, mientras otras dos trabajaban turnandose. Teniendo en cuenta de que disponía de ocho legiones, los turnos de trabajo eran de ocho horas y el turno de vigilancia rotaba.
Los legionarios también construían galerías de madera protegidas con pieles para acercarse al muro y minarlo; por su parte, los galos hacían contraminas y arrojaban proyectiles de todo tipo sobre los zapadores. Los defensores de Avarico mostraron una gran habilidad para estorbar los trabajos de asedio; arrojaban a menudo grasa sobre las estructuras de madera con el objetivo de prenderles fuego. Sin embargo, los artilleros romanos no les dejaban asomarse a la muralla; desde muy lejos lanzaban grandes piedras con unos potentes artefactos denominados onagros y desde más cerca, lanzaban piedras más pequeñas con las balistas.


La máquina de artillería que poseía una mayor precisión era el escorpión, que lanzaba gruesos dardos con enorme fuerza; los artilleros eran tan diestros con este artefacto que atravesaban a cualquier defensor que no estuviese a cubierto.



Estos escorpiones apuntaban desde las dos torres de madera día y noche, de manera que los defensores no podían permanecer en el adarve de la muralla sin exponerse a ser acribillados. Para evitar esto último, construyeron sobre el adarve una estructura cubierta que les protegía de cualquier tipo de proyectil; sin embargo, esta protección entorpecía la capacidad de combate de los defensores.
Sea como fuere, a los veinticinco días de trabajo el terraplén estaba prácticamente terminado. Se suele afirmar que todo él era de madera; yo dudo de que esto fuera así. Tenía una anchura de 100 m, por tanto, no era pequeño; si solo se hubiera utilizado madera en su construcción habrían hecho falta miles de árboles. Teniendo en cuenta que la caballería de Vercingetórix rondaba el lugar con el objetivo de atacar a todo el que saliese a buscar alimentos u otros materiales, parece difícil que se pudiesen talar tantos árboles. Mi opinión es que la estructura del terraplén y la parte más alta sí que fueron construidos con madera. En los laterales del terraplén se dispusieron dos carriles de madera para empujar sobre ellos dos torres de varios pisos; en su interior iban instalados sendos arietes.

                 Terraplén y torre con ariete junto a las murallas de Avarico.


Entre torre y torre construyeron un baluarte de 100 m de longitud y 25 m de altura. Estaba construido con madera y en su parte superior se alineaban unos manteletes cubiertos con pieles para proteger a los legionarios de los proyectiles de los defensores; éstos últimos construyeron también torres en el adarve de la muralla de Avarico para defenderse de las máquinas de asedio.
En la siguiente imagen podemos ver una maqueta que se aproxima a lo que debieron ser aquellas obras:



Los sitiados, que habían comprobado que los intentos de Vercingetórix de obligar a César a levantar el asedio habían fracasado, que los romanos habían soportado el hambre y la necesidad y que las torres estaban ya junto a la muralla, hicieron un intento desesperado de destruir toda la obra. Poco antes de medianoche comenzó a arder el terraplén, hasta el cual habían llegado los galos a través de una mina. Al mismo tiempo, los defensores hicieron una salida en tropel por ambas bandas, provistos de material combustible que arrojaban sobre el bastión y las torres. El intento de los defensores de Avarico fracasó por las razones que expone César en su Comentario VII:

“Con todo eso por la providencia de César, que tenía siempre doslegiones alerta delante del campo, y otras dos por su turnoempleadas en los trabajos, se logró que al instante unos se opusiesena las salidas, otros retirasen las torres y cortasen el fuego delterraplén, y todos los del campo acudiesen a tiempo de apagar elincendio.” 

En aquella ocasión la artillería de César cumplió su función de manera mortalmente eficaz; los escorpiones dispararon venablos sin pausa, atravesando a todo aquel que se atreviese a avivar el fuego arrojando sebo y pez. Después de haber muerto muchos, los galos se resignaron y cesaron en su intento.
Hay que decir que Vercingetórix no hizo demasiado por los defensores de Avarico excepto acosar a los romanos cuando vivaqueaban e introducir en la ciudad 10.000 guerreros para reforzar la defensa. En una ocasión, cuando el hambre acuciaba más a los romanos hizo un intento de aumentar más la presión aproximando su campamento a las fortificaciones de César, pero al carecer de convicción todo quedó en un simple amago; era evidente que no deseaba llegar a un enfrentamiento abierto con los romanos; más aún, cuando se convenció de que el asalto no se podía impedir y era inminente, dio la orden a los guerreros de evacuar con sigilo la fortaleza, pero esto también fracasó, porque las mujeres, viéndose abandonadas, subieron al adarve e hicieron señas a los romanos; con ello, los guerreros, temiendo a la caballería de César, permanecieron dentro de Avarico.
Al día siguiente, el número veintisiete del asedio, amaneció lloviznando y César vio la oportunidad de llevar a cabo el asalto, pues los centinelas, para guarecerse, habían abandonado el adarve. Recibida la orden de asaltar la muralla de manera silenciosa, los legionarios subieron por el bastión y las torres, y en pocos instantes tomaron todo aquel lado de la muralla.
Que Avarico no era nada más que un recinto amurallado donde los bituriges guardaban sus provisiones lo demuestra el hecho de que los defensores se reunieron como pudieron en la plaza y algunos otros sitios abiertos. Avarico carecía de un fortín o bastión en su interior, solo poseía como defensa el murus gallicus.
La matanza que siguió fue brutal y César no hizo nada por impedirlo; verdaderamente, tampoco hubiera podido hacer mucho; los legionarios estaban furiosos por el hambre y el largo asedio, y descargaron su ira sobre los habitantes de Avarico. Los mataron a casi todos, hombres, mujeres y niños. Ya he dicho anteriormente que Julio César sería considerado hoy día un criminal de guerra y un genocida; el problema es que en su tiempo prácticamente todos los jefes militares se comportaban de la misma forma.
César en Avarico dio una lección magistral de poliorcética y estrategia. Venció porque no cometió errores, cuando cogía una presa no la soltaba. ¿Era éste el carácter natural de César o simplemente se trataba de un hombre minucioso que aprendía bien las lecciones? Sin duda el ejemplo de Numancia debió de pesar mucho en sus decisiones. Los Escipiones habían creado en su época un estilo, una escuela militar que César debió conocer perfectamente; él era un hombre que sacaba provecho a sus conocimientos y durante su juventud se relacionó estrechamente con los dos militares más importantes de la época, Mario y Sila. Con este bagage hizo en el 52 a. C. una campaña de asedios que pasó a la Historia como un auténtico manual para aprendices.
Vercingetórix fue un hombre inteligente pero dubitativo; cambiaba de estrategia con facilidad y cometió varios errores en la guerra del 52. Estos cambios podrían en parte deberse a la naturaleza del ejército que le seguía; se trataba de una coalición multinacional en la que había intereses contrapuestos a menudo. Además, lo mejor de su ejército era la caballería formada por aristócratas que entendían la guerra como un medio de obtener prestigio, no como un asunto de “Estado”. La infantería estaba compuesta en su mayor parte por campesinos que a menudo estaban armados a la ligera. En ninguno de los dos casos se trataba de soldados profesionales. César, por el contrario, contaba con la mejor infantería de su tiempo, aunque las ocho legiones de Avarico estuviesen incompletas, unos 40.000 soldados en total contando la caballería, en la que destacaban los 400 jinetes germanos, ubios probablemente. Avarico estaba defendida por unos 5.000 guerreros, a los que se sumaron otros 10.000 que introdujo Vercingetórix cuando se resignó a no presentar batalla; en su campamento debieron quedar unos 60.000.
Es inútil argumentar sobre lo que no ocurrió, pero si Vercingetórix hubiese pasado a la ofensiva probablemente César se hubiera visto obligado a levantar el asedio. En el fondo temía sufrir algún revés, aunque fuese pequeño, pues aquello podría haber significado la pérdida de la fidelidad de los otros líderes de la coalición gala. Su ejército, por otra parte, era muy diferente al de César; aquellos aristócratas galos no entendían que la guerra se pusiese hacer con azada y pala. Y esto último se hace evidente cuando tras la derrota de Avarico, Vercingetórix pidió a los jefes militares que no se negasen a fortificar el campamento, a lo cual accedieron por primera vez en la Historia de los galos, según lo narra César en su Comentario VII:

“Ésta fue la primera vez que los galos barrearon el ejército, y quedaron tan consternados, que siendo como son enemigos del trabajo, estaban determinados a sufrir cuanto se les ordenase.”