lunes, 9 de marzo de 2015

RÍO NILO. II

En los libros de Historia se afirma con rotundidad que Egipto alcanzó su máxima expansión territorial con las XVIII y XIX dinastías, durante el período conocido como Imperio Nuevo o Reino Nuevo, según el autor. Sin embargo, hay que precisar que esto se refiere a la Edad Antigua, y que en otras etapas de la Historia, el país del Nilo tuvo otros momentos de esplendor.
 La mayor expansión de Egipto hacia el Sur tuvo lugar en el Siglo XIX, en los tiempos de Mehmet Alí y sus descendientes. El rey Mehmet fue un hábil diplomático que supo aprovecharse de las debilidades de las grandes potencias de su época y extendió su reino por amplios territorios de Asia y África. Hasta que él subió al trono, Egipto nunca había incorporado territorios más allá de la 4ª catarata. En realidad, Egipto propiamente dicho siempre había terminado en la 1ª catarata, mientras que el territorio que se extendía entre ella y la 6ª catarata se denominó durante milenios como Nubia. La XVIII dinastía conquistó amplios territorios de Nubia, pero, como hemos dicho, nunca más allá de la 4ª catarata. Mehmet Alí sí lo hizo, hasta tal punto que acarició la idea de incorporar a Egipto todo el curso del Nilo, desde sus fuentes hasta la desembocadura.

                                  El rey egipcio Mehmet Alí.



En 1822, Mehmet Alí conquistó toda Nubia, hasta la 6ª catarata y, poco después, invadió el Kordofán y continuó las conquistas hasta anexionarse todo el Sudán. En 1823 fundó la ciudad de Jartum, que sería la capital de la provincia del Sudán; desde allí, tenía intención de continuar sus conquistas Nilo arriba hasta llegar a las fuentes del río, desconocidas todavía en aquella época.
Jartum fue durante décadas la sede del gobernador egipcio del Sudán, hasta que en 1885 fue conquistada por el Mahdi, líder religioso que acaudilló una gran rebelión de todo el Sudán e instauró un Estado teocrático en la región hasta 1898, año en que Gran Bretaña intervino militarmente. Al año siguiente se firmó un acuerdo entre Egipto y Gran Bretaña en virtud del cual el Sudán se convertía en un protectorado compartido, aunque en realidad eran los británicos quienes tomaban el control de la zona.
Jartum fue fundada a orillas del Nilo, sobre un pequeño puerto fluvial; el lugar fue escogido estratégicamente, pues allí mismo desemboca el Nilo Azul, el principal afluente del Nilo.

Desembocadura del Nilo Azul en el Nilo a la altura de Jartum.

Jartum fue un centro administrativo y militar desde el cual controlar el inmenso territorio del Sudán. Además, constituía una base idónea para continuar las conquistas río arriba, hasta los territorios desconocidos donde se suponía estaban las fuentes del Nilo. Por otra parte, el valle del Nilo Azul permitía penetrar en Etiopía, tierra que también despertaba la ambición de Mehmet Alí.
Sin embargo, este proyecto imperial de la monarquía egipcia fracasó al entrar en colisión con los intereses de las grandes potencias coloniales, sobre todo Gran Bretaña. Tras la abdicación de Mehmet en 1848, sus descendientes fueron incapaces de apartar a los británicos de la región, haciéndose éstos cada vez más fuertes. Cuando estalló la sublevación de el Mahdi, egipto fue incapaz de hacer frente a la situación y Gran Bretaña acabó por ser la auténtica dueña del Sudán.
El Nilo Azul nace en el lago Tana, en la meseta de Amhara, que posee alturas que superan los 4.000 m sobre el nivel del mar. En esas altitudes el frío es intenso y las precipitaciones mucho más abundantes que en el Sudán; esto permite el crecimiento de pastos de montaña y la práctica de la actividad ganadera, así como el cultivo de trigo, cebada, maíz y tef, un cereal con gran contenido de proteínas y hierro.

Macizo de Amhara, Etiopía.

En el Siglo V a. C. grupos de semitas procedentes del Sur de Arabia se establecieron en el Norte de Etiopía y poco a poco fueron organizándose políticamente. Los primeros en formar un Estado centralizado fueron los tigrés, asentados en la región del Tigré, al Norte de Amhara. Allí fundaron la ciudad de Aksum, capital del reino del mismo nombre, que llegó a abarcar todo el Norte de Etiopía y se extendió hacia Nubia. Los reyes de Aksum mantuvieron relaciones diplomáticas y comerciales primero con Roma, Persia y la India, y después con el Imperio Bizantino. El texto más antiguo que habla del reino de Aksum es el Periplo del Mar Eritreo, texto del Siglo I d. C., escrito en griego, donde se describe los pormenores de la navegación y los puertos del Mar Rojo, África Oriental y la India.


El reino de Aksum alcanzó su apogeo en el Siglo III d. C., cuando sometió bajo su control a los puertos comerciales del Sur de Arabia. A mediados del Siglo IV d. C., Ezana, rey de Aksum, destruyó el reino de Meroe y ejerció una fuerte influencia en los asuntos de Nubia. Ezana se convirtió al cristianismo, y con él todo su reino, gracias a la predicación del monje Frumencio de Tiro, quien fue nombrado primer obispo de Aksum por el patriarca de Alejandría. Los cristianos etíopes permanecerían durante mucho tiempo en la órbita de Alejandría y del emperador de Bizancio, hasta el Siglo VII d. C., cuando en 639 d. C. el califa Umar ibn al-Jattab conquistó Egipto.

                  Moneda de bronce del reino de Aksum. Siglo IV d. C.

Cuando los musulmanes se apoderaron de Egipto, Siria y Persia, el reino de Aksum perdió el control de las rutas comerciales del mar Rojo y del Océano Índico y se vio obligado a replegarse hacia el interior, hacia la meseta de Amhara. Durante los siglos IX y X Aksum profundizó su decadencia. En el Siglo XII los Zagüe, una nueva dinastía, trasladó la capital a Lalibela, al Este del lago Tana. Los Zagüe, aislados del resto de la cristiandad y manteniendo un único vínculo con los cristianos coptos, dieron grandes muestras de su actitud piadosa construyendo en Lalibela una serie de espléndidas iglesias talladas en la piedra.

                    Iglesia de San Jorge en Lalibela.

A finales del Siglo XIII los amhara, que ya eran desde hacía tiempo los más poderosos de los etíopes, destronaron a la dinastía Zagüe y coronaron a Yekuno Amlak, quien se declaró descendiente de Salomón y la reina de Saba. El territorio de los amhara, que hasta el Siglo VII había sido una zona menos desarrollada y dedicada principalmente a las actividades agrícolas, debido al colapso de la actividad comercial y al aislamiento se convirtió en el territorio dirigente de Etiopía, y sus habitantes, los que componían el grueso de la nobleza terrateniente y guerrera que mantendría al país independiente durante siglos, hasta el día de hoy.
Los monarcas amhara, conocidos como reyes de Abisinia, perdida la costa de Eritrea, lucharon durante siglos por la consolidación de un Estado cuyo núcleo era la meseta de Amhara y que incluía otras tierras altas como el Tigré y Shoá en el Sur. Como aglutinante de aquel reino utilizaron un cristianismo de corte bizantino y vinculado únicamente con la Iglesia Copta. Para legitimar, también desde un punto de vista religioso, a la dinastía reinante, se recurrió a vincularla con la dinastía davídica del reino de Judá, proclamando que los reyes de Abisinia eran descendientes directos de Salomón, y por tanto, ungidos por Yahvé. Con intención de reforzar la autenticidad de este linaje se construyó el argumento de que la verdadera arca de la Alianza había sido llevada a Etiopía por el rey Ezana de Aksum, hijo de Salomón y la reina de Saba, y que dicha reliquia, hasta este momento se encuentra en la iglesia de Nuestra Señora de Sión.

                   Nuestra Señora de Sión, Etiopía.

El centro de la meseta de Amhara es el lago Tana, donde nace el Nilo Azul; desde allí sus aguas fluyen hacia el Sureste, hacia las cataratas de Tis Isat, dibujando una gran curva que luego se dirige hacia el Norte, en dirección a Jartum, donde entrega mansamente sus aguas al auténtico Nilo.