Cuando
a Europa Occidental llegan inquietantes noticias desde el Norte del Mar Negro,
muchos se esfuerzan por entender lo que ocurre en aquellas lejanas tierras. En
verdad que esto no es fácil, aunque los medios de comunicación estén reduciendo
la enorme complejidad de la situación a un esquema excesivamente simple. Desde
luego, quien pretenda ver aquí una película de buenos y malos se equivoca; más
bien se trata de una historia de astutos e incautos, como otras tantas que han
sido a lo largo de los tiempos; en general los astutos se llevan la presa,
mientras que los incautos lo pierden todo. Así es el mundo, aunque reneguemos
de él.
Hubo un
tiempo en que las tierras que se extendían al Este del Báltico eran conocidas
con el nombre de Suecia la Grande. Aquellos desolados e inmensos parajes, según
se decía, estaban habitados por gigantes y enanos, por animales extraños y toda
clase de terribles fieras. Sin embargo, había unos hombres que no conocían el
miedo y se aventuraron a explorar aquellos bosques y pantanos. La mayoría de
ellos eran suecos, pero tampoco faltaban noruegos y daneses. Se les conoció al
principio con el nombre de varegos, que quiere decir “hombres de palabra”, o
sea, hombres de negocios. Aquellos varegos buscaban ansiosamente las materias
primas que ofrecía aquella tierra: pieles, resina, cera, miel y, sobre todo,
esclavos. Llevaban una vida dura, porque los inviernos en Suecia la Grande eran
terriblemente fríos y los bosques impenetrables y salvajes. Aún así, en el
Siglo IX los suecos se establecieron a orillas del lago Ladoga, comerciando con
los pueblos fineses, y más tarde fundaron el establecimiento comercial de
Novgorod, nombre que significa “Ciudad
Nueva”. Novgorod estaba construida enteramente de madera; las casas eran de
este material, sobre el barro de las calles se montaron pasarelas de tablones;
incluso los documentos donde se recogían los contratos comerciales eran de
corteza de abedul. El poblado se asentaba junto a la desembocadura del río
Volhov en el lago Ilmen. Durante todo el siglo IX Novgorod había sido el
mercado de pieles y esclavos más importante de Suecia la Grande; desde allí los
varegos alcanzaron el curso del río Dniéper y fueron fundando diversos puertos
comerciales a lo largo de las orillas del río. Los eslavos, habitantes de
aquellas tierras, al verlos remar incansablemente río abajo y río arriba los
llamaron rus, que significa
“remeros”, es decir, rusos.
Dniéper
abajo los rus llegaron al Mar Negro,
y navegando a modo de cabotaje, a Constantinopla, a la que llamaban Miklagard, la ciudad grande, tan
asombrados quedaron por su tamaño y lujo. Sin saberlo en un principio, habían
abierto una ruta comercial que conectaba el Báltico con la ciudad más
importante del mundo conocido. De entre todos los puertos fluviales que habían
surgido a lo largo de la corriente pronto destacó Kiev, campo fortificado sobre
una colina junto al río. Otros varegos, mostrando una gran audacia, alcanzaron
la corriente del Volga y navegaron en sus barcas río abajo, hasta encontrar la
desembocadura en las aguas del mar Caspio.
La vida
de los varegos era peligrosa, pues los fineses y eslavos entre los que
habitaban miraban con deseo los almacenes llenos de mercancías de los puertos
fluviales del Dniéper y el Volga; por esa razón todos los establecimientos
comerciales estaban fortificados con empalizadas y sus habitantes manejaban con
igual destreza los remos y las armas. El tráfico de esclavos era una actividad
que acrecentaba la inseguridad de la zona, ya que los jefes eslavos emprendían
constantes guerras con el objetivo de capturar prisioneros que luego eran
vendidos como esclavos en Novgorod, Kiev
o cualquier otro punto de las rutas fluviales. Como consecuencia de este clima
de inseguridad los varegos se organizaron desde muy pronto y eligieron
príncipes y caudillos que garantizasen el buen desarrollo de la actividad
comercial. Esta situación atrajo muy pronto a mercenarios y gente de armas;
venían sobre todo de Suecia, pero también de Noruega y Dinamarca. A veces eran
grupos de eslavos los que prestaban servicios de armas en estos recintos
fortificados o se encargaban de proteger las flotillas de barcas que navegaban
por el Dniéper o el Volga. Cualquiera que supiese manejar las armas y tuviese
suficiente ambición era bienvenido en aquellos puertos fluviales o en los
fortines más alejados del río.
Según
la Crónica de Nestor, un varego
llamado Oleg fundó en 880 el puerto comercial de Kiev a orillas del Dniéper y
sometió a los eslavos que habitaban en los alrededores. En 907, actuando como
un auténtico vikingo, atacó Constantinopla, asunto del que supo sacar partido,
pues en 911 firmó un tratado comercial con el Imperio Bizantino en igualdad de
condiciones. A partir de este momento el poder del principado de Kiev crecería
sin pausa gracias a la cercanía de los puertos del mar Negro y a los derechos
comerciales concedidos por Constantinopla. Dicha posición dominante aumentó
cuando los demás recintos fortificados del Dniéper terminaron por reconocer su
autoridad; incluso el más antiguo y poderoso de ellos Novgorod acabó
sometiéndose a la hegemonía de Kiev. A mediados del siglo X los varegos de Kiev
derrotaron a los jázaros y los búlgaros, lo que convirtió al puerto fluvial del
Dniéper en el estado más grande y poderoso de toda la región.
El
primer rey de Kiev que podría llamarse señor de Rusia fue Vladimir el Grande,
que sometió a su dominio a todas las poblaciones entre el Dniéper y el Volga;
su reino llegaba desde el Báltico hasta el Mar Negro y el Caspio. Sin embargo,
tras su muerte en 1015, sus hijos se enfrentaron en una serie de guerras que
asolaron la tierra de los rus. En
1031 ya solo quedaban dos de los hermanos, Yaroslav que controlaba el norte de
Rusia y Mstislav que dominaba el sur. En 1036 Mstislav murió y sus posesiones
pasaron a manos del último de los hermanos, Yaroslav, que de esta forma volvió
a reunir todas las tierras que poseyera su padre. Por su inteligencia y
habilidad en las cuestiones de la guerra y el gobierno Yaroslav comenzó a ser
conocido con el sobrenombre de “El Sabio”.
El rey
sabio hizo todo lo posible para que Kiev tomase como modelo a Constantinopla;
adoptó el ritual y las formas bizantinas y contrató a artistas de aquella
admirada ciudad para que construyesen la iglesia de Santa Sofía de Kiev.
Santa Sofía de Kiev.
Si el
lector desea obtener más información sobre aquellos remotos orígenes de Rusia
puede conseguirla en https://sites.google.com/site/temasdelahistoria/harald-hardrada-el-ultimo-vikingo.
Es
comprensible, por tanto, que el actual conflicto de Ucrania tenga muchas caras,
cada una de las cuales es necesario conocer. Los rusos siempre han considerado
a Ucrania como la zona Sur de su territorio, Kiev fue la ciudad más importante
de su Estado en los primeros siglos de su existencia. Es difícil que cedan con
facilidad en el asunto de romper lazos definitivamente con este territorio, por
la sencilla razón de que también tendrían que romper con una parte importante
de su pasado.
La
Unión Europea lleva años practicando una expansión hacia el Este, sobre
territorios que estuvieron en la órbita de influencia de la Unión Soviética.
Esta política pudo llevarse a cabo por la debilidad de Rusia tras la
descomposición del bloque soviético y por casi dos décadas de supremacía
mundial de Estados Unidos. Pero los cambios en la economía mundial que han
tenido lugar en los últimos años y la desastrosa política de Estados Unidos en
Próximo Oriente han removido la situación de poderes, y Rusia, una vez
superados los peores momentos, está dispuesta a recomponer parte de lo perdido.
Es, por tanto, una ilusión pretender que la situación vuelva al estado
anterior, y, desde luego, los burócratas de la UE deberían andarse con pies de
plomo antes de embarcarse en aventuras sin tener un ejército competente que los
respalde.
Gracias por el esfuerzo en indagar en los orígenes de un conflicto que a saber cómo concluye... ¡Saludos, +Rafael Díaz Herrera!
ResponderEliminarMi intención es no dejarme llevar por las apariencias. Este es un terreno difícil. Eres muy amable siempre en tus comentarios.
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