Fue
hacia 2000 a. C. cuando, procedentes del norte de los Balcanes, diferentes
grupos humanos que hablaban dialectos del griego muy próximos entre sí
comenzaron a establecerse en lo que hoy en día es la Grecia continental.Los distintos grupos
poseían una cultura material semejante, perteneciente al período que se conoce
como Heládico Medio (2000-1500 a. C.). Esta etapa comienza con destrucciones
generalizadas de los asentamientos anteriores, cuyos causantes debieron ser, sin
duda, los grupos recién llegados del norte a los que hemos hecho referencia. Se
trata de indoeuropeos, pues hablan varios dialectos del griego, lengua que
pertenece a ese tronco lingüístico. Con su llegada desplazan o se mezclan con
los pueblos que ya se encontraban establecidos en Grecia, conocidos desde la
antigüedad con el nombre de pelasgos. Una vez establecidos, viven en poblados
sin fortificaciones, en casas con zócalo de piedras, paredes de adobe y
estructura de madera; cuando mueren, son enterrados por el rito de la
inhumación en fosas o en cistas. Estos primeros helenos llevan una vida
sencilla, no conocen la escritura y se dedican a la agricultura y la ganadería.
El grupo que más destaca entre ellos es el de los aqueos, llamados así por
Homero siglos después en La
Ilíada. Los aqueos se
instalan principalmente en la península del Peloponeso, otros contingentes
pertenecientes al mismo grupo lo hacen en Tesalia, los dos territorios de donde
proceden los héroes más importantes del poema homérico.
Otro
grupo importante son los jonios, que se establecen en el Ática, Eubea y las
islas Cícladas.
Aqueos y jonios.
Apenas llegados a Grecia estos pueblos helenos entraron en
contacto con los cretenses. En la isla de Creta la civilización minoica alcanza
su madurez hacia 2000 a. C., y es en este momento cuando se construyen los
primeros palacios, como el de Cnosos. Los cretenses practicaron un intenso
comercio marítimo en todo el Mediterráneo Oriental e influyeron decisivamente
en el desarrollo de la civilización micénica, que gracias a estos contactos
aumenta su riqueza, evoluciona hacia una sociedad más compleja y comienza a
utilizar el tipo de escritura silábica conocido como Lineal B, que viene a ser
una versión micénica del Lineal A, escritura minoica. Cuando en Micenas o en
Pilos se construyen los primeros palacios, el modelo escogido es el de los
grandes palacios cretenses como Cnosos o Faistos, e incluso se contrata a
arquitectos cretenses para que proyecten las obras; para la decoración interior
de estos palacios también se llama a artistas y artesanos de Creta.
Pintura mural del palacio de Tirinto.
En
1700 a. C. tuvo lugar un fortísimo terremoto que destruyó los palacios de
Creta. La catástrofe debió ser grande, sin embargo los cretenses se rehicieron
con asombrosa rapidez, reconstruyeron los palacios a una escala mayor y en poco
tiempo entraron con ímpetu en la etapa de mayor esplendor de la civilización
minoica. El comercio marítimo es el mejor exponente de este período de apogeo
de Creta; los barcos cretenses navegan hasta Egipto y el intercambio de
mercancías es intenso en este momento; también visitan las costas de Siria y se
convierten en los principales intermediarios entre Asia y Europa; fundan
puestos comerciales y colonias en las islas del Egeo, mar sobre el que dominan.
Los contactos con Grecia continental en estos tiempos son importantísimos y la
influencia sobre los estados micénicos decisiva. Un siglo después del gran
terremoto comienzan los enterramientos en el círculo A de tumbas de Micenas,
momento que señala el comienzo de unas monarquías firmemente establecidas en la
región. Testigos de los estrechos contactos entre ambas civilizaciones son los
ajuares de las tumbas, en los que abundan objetos importados de los talleres de
Creta.
El
nuevo período en el que entra la civilización Micénica es conocido con el
nombre de Heládico Reciente y se prolongará hasta la destrucción de los
palacios micénicos alrededor del 1200 a. C.
El
enriquecimiento de los estados micénicos en esta etapa está relacionado sobre
todo con la intensificación de la actividad comercial. En los almacenes de los
palacios se guardan los excedentes de la producción agrícola y ganadera de los
territorios que integran el reino; allí se ingresan los tributos, cuya
contabilidad se encuentra en manos de los escribas. Todos estos bienes son
utilizados más tarde para mantener intercambios comerciales con cretenses,
anatolios, sirios y egipcios y obtener grandes beneficios. Uno de los capítulos más importantes de esta actividad
mercantil se basa en la riqueza de las minas de cobre del Epiro y Tesalia,
ambas en manos de los micénicos; metal que exportaban a Creta y que era muy
demandado por ser imprescindible para producir bronce.
A
mediados del siglo XV los griegos se encuentran en un momento de gran expansión
económica y demográfica; comienzan a colonizar las islas del Egeo y la costa de
Anatolia y entran en abierta rivalidad con los cretenses por el dominio de las
rutas comerciales.
El
desarrollo económico y el afianzamiento de la monarquía durante esta época
corren paralelos a un aumento del militarismo de la sociedad micénica. La
importancia simbólica de las armas es importante y la imagen del guerrero
aumenta su valor entre unas gentes que tratan de imponerse en todo el mar Egeo.
A su vez la autoridad real y el militarismo son fenómenos recíprocos, pues la formación
de ejércitos aumenta el poder del rey; de la misma forma que solo una monarquía
fuerte es capaz de reclutar un número mayor de combatientes.
En
este ambiente de expansión económica y militar los aqueos invadieron la isla de
Creta hacia el 1450 a. C. Es cierto que los cretenses se encontraban ya en una
cierta decadencia debido a las catástrofes naturales y a las luchas internas,
pero de todos modos fueron los aqueos procedentes del Peloponeso quienes
destruyeron definitivamente los palacios y acabaron con la civilización
Minoica. Posteriormente se produjo una colonización de la isla por gentes
procedentes de la Grecia continental. Los nuevos pobladores aqueos reconstruyeron
Cnosos y fundaron un estado que abarcaba toda la isla de Creta excepto el extremo
oriental; de los archivos de este nuevo palacio procede la mayor colección
de tablillas de Lineal B que poseemos, más de 4000 en total.
A
partir de este momento los aqueos se hacen con el control de todas las rutas
comerciales que ponen en contacto a Europa, Asia y Egipto, es la época en la
que se construyen los grandes palacios de Micenas y Pilos, y es en el siglo
XIII cuando se construyen las grandes tumbas monumentales de tipo Tholos. El expansionismo, lejos
de detenerse, continúa a un mayor ritmo y es muy probable que los hechos que
Homero narra en La Ilíada se inspiren en los intentos de los
aqueos por controlar los accesos al mar Negro y la colonización de la costa de
Anatolia.
Yelmo micénico.
En los textos hititas parece haber
pruebas de que los aqueos colonizaron la costa oeste de la península de
Anatolia. En uno de estos textos se menciona a un personaje que parece ser rey
de Ahhiya, es
decir, del reino de los aqueos. En otro texto, el rey hitita Mursili II
(1339-1306 a. C.) se enfrentó con un rey de Ahhiyawa a finales del siglo XIV al que
derrotó. Algunos investigadores sugieren que este reino de Ahhiyawa se encontraba en la costa egea,
detrás del reino de Arzawa, próximo por tanto a Hatti, país de los hititas. Es posible que uno de los
asentamientos más importantes de estos aqueos de Anatolia fuese la ciudad que
los textos hititas conocen con el nombre de Milawanda y
que ha sido identificada con Mileto.
Ahhiyawa en Anatolia Occidental en el Siglo XIV.
Pero
hay que tener en cuenta que Milawanda a menudo aparece en las tablillas como
un reino independiente de Ahhiyawa,
lo que puede interpretarse como una prueba de que los aqueos de Anatolia no
estaban unificados en un solo reino, sino que existían varios estados
independientes. Sin embargo, en las tablillas que comentan hechos ocurridos en
tiempos de Mursili II siempre se habla de Ahhiyawa como un solo reino que mantiene una
firme alianza con la ciudad de Milawanda. Fuese como fuese, el reino de Ahhiyawa aparece siempre en los textos
hititas formando y rompiendo alianzas a favor o en contra de los reinos de
Anatolia Occidental aliados de los hititas. A finales del siglo XIV el aliado
en ocasiones y el enemigo en otras es el reino de Arzawa. Como hemos mencionado antes, Mursili
II hubo de hacer frente a una coalición entre Ahhiyaway Arzawa, venció a ambos y saqueó Milawanda.
A
finales del reinado de Mursili II Anatolia Occidental estaba pacificada y todos
los reinos de la región se habían sometido a Hatti,
incluido Ahhiyawa.
Durante
el reinado de Muwatali II ( 1306-1282 a. C. ), sucesor de Mursili II, las
relaciones entre Ahhiyawa y Hatti fueron cordiales al principio,
después fueron empeorando; por aquellos tiempos el imperio hitita alcanzó su
máxima extensión y tras la batalla de Qadesh en 1286 a. C. vino una época de
paz y buen entendimiento entre Hatti y Egipto, las dos grandes potencias del
momento.
La
batalla de Qadesh fue el enfrentamiento con carros más grande de la Historia;
también supuso el fin de una época y el establecimiento de un equilibrio
internacional entre las dos grandes potencias que eran Hatti y Egipto. Los
reyes que enviaron a los ejércitos a combatir fueron Muwatali II por parte de
los hititas y Ramsés II por parte de los egipcios. La causa del conflicto fue
la ambición de ambos reyes por poseer Siria, región importantísima en aquella
época, por ser uno de los mercados más activos de Próximo Oriente, que ponía en
comunicación las rutas comerciales de Mesopotamia, Egipto y el Mediterráneo
Oriental. Fue Ramsés II quien dio comienzo a las hostilidades avanzando con su
ejército dividido en cuatro cuerpos hacia Qadesh por el camino de Gaza. La
batalla tuvo lugar en las proximidades de la ciudad de Qadesh, y aunque los dos
ejércitos combatieron valientemente y en apariencia el resultado quedó en
tablas, lo cierto es que Ramsés hubo de retirarse y los hititas mantuvieron el
control de Qadesh.
Pero Muwatali II no pudo
disfrutar durante mucho tiempo de su victoria, pues murió en 1282 a. C. Le
sucedió su hijo, Mursili III, que en 1275 fue destronado por su tío Hattusili
III (1275-1250 a. C. ). El nuevo monarca se apresuró a firmar un tratado de paz
con Ramsés II, en el cual el rey egipcio renuncia a Qadesh y las tierras del
río Orontes, se acuerda la ayuda mutua de ambos imperios en caso de peligro y
se establece la extradición de los enemigos de Hatti y Egipto respectivamente.
Para reafirmar el tratado de paz se llevan a cabo enlaces matrimoniales en los
que intervienen ambas partes.
Tabla de arcilla conteniendo el Tratado de Qadesh.
Este
tratado proporcionó paz y orden durante varias décadas a Siria y Palestina; los
negocios florecieron y el imperio hitita y Egipto se beneficiaron de todo ello.
También obtuvieron beneficios los reinos micénicos de la Grecia continental,
pues sus flotas mercantiles arribaban sin problemas a los puertos de Ugarit,
Biblos, Tiro y Gaza y establecían colonias comerciales con sus oficinas y
almacenes. Fue esta una época de enriquecimiento general del mundo micénico,
que es conocida por los arqueólogos como Heládico Reciente III b; es evidente
en ella un crecimiento de la población y una expansión de los asentamientos.
Destaca en todos los aspectos la península del Peloponeso, donde el reino de
Micenas no solo es el más rico, si no el que probablemente abarca un mayor
territorio, toda la Argólida y quizás también Arcadia Oriental y Laconia. Pilos
es el otro gran reino del Peloponeso, que se extendía por Mesenia y Arcadia
Occidental y debía tener una población que rondaba los 50.000 habitantes. El
reino aqueo de Creta, con capital en Cnosos, también es uno de los más grandes
de la Grecia Micénica, pues se extiende por toda la isla, exceptuando su
extremo oriental. Otros centros importantes eran Tebas y Orcómeno en la región
de Beocia y Yolco en Tesalia.
El
Heládico Reciente III b abarca todo el siglo XIII a. C. y en él se llevan a
cabo las mayores construcciones y obras de ingeniería del mundo micénico. Este
es el momento en el que se construyen las tumbas monumentales de tipo tholos en Micenas, símbolos del poder
real, y es también cuando se construyen las murallas ciclópeas de Micenas y
Tirinto, obras defensivas, pero también símbolos del poder del rey y del
estado, muy al estilo hitita, la nueva fuente de inspiración para la
civilización micénica desde la destrucción de los palacios cretenses. La puerta
de los Leones de Micenas, que se construye en esta época, no solo es una
muestra de la habilidad de los arquitectos micénicos, si no que a su vez es un
instrumento de propaganda con el que se pretende impresionar al visitante, todo
ello muy en la línea hitita. Sin
embargo, la obra de ingeniería más grandiosa de la civilización micénica es la
desecación del lago Copais, llevada a cabo por los habitantes de la ciudad de
Orcómeno, situada en su borde occidental, para asegurarse la obtención de
magníficas tierras de cultivo. Numerosos arroyos y varios ríos desaguan en el
lago; la obra consistió en conducir las aguas hacia los drenajes naturales,
rodeando con diques el lago, y en ampliar y acondicionar aquellos mediante
canales y obras subterráneas, para lo que hubo que practicar un túnel de más de
dos kilómetros de longitud; las aguas eran de este modo conducidas hacia el
golfo de Eubea. Este gran proyecto fue realizado en el siglo XIV a. C.
El lago Copais en la antigua Beocia.
Lo más
sorprendente de todo es que aquella brillante civilización estaba a punto de
desaparecer. Hacia 1200 a. C. los palacios fueron destruidos y extensas zonas
de Grecia Continental quedaron despobladas. También Creta sufrió las
destrucciones, el palacio de Cnosos ardió y de esta forma las tablillas de
arcilla, cocidas por el fuego, se preservaron para la posteridad. Destruidos
los palacios y desaparecidos los reyes, toda la burocracia palatina y los
escribas también desaparecieron con ellos, se abandonó la escritura y todo
aquel mundo entró en una edad que llamamos Oscura por la ausencia de documentos escritos
y la escasez y pobreza de restos materiales. Unos años antes de la gran
catástrofe, estando los reinos micénicos en su apogeo, se detectan movimientos
defensivos como precaución por algún peligro; se fortalecen las murallas, se
hace acopio de armas. Pero ningún testimonio es claro sobre como evolucionó la
situación a finales del siglo XIII y qué fue lo que ocurrió con exactitud. Hay,
no obstante, un dato que nos pone sobre una buena pista; al mismo tiempo
en que ocurre la destrucción de los palacios de Micenas, Tirinto, Pilos y
Cnosos, desaparece, como llevado por un vendaval, el imperio hitita.
Algo
terrible debió ocurrir a finales del siglo XIII para que uno de los dos
imperios que dominaban el mundo conocido en aquel tiempo, Hatti y Egipto,
desapareciese. Ambas potencias, tras la batalla de Qadesh, habían firmado un
tratado que estabilizaba política y militarmente todo el Mediterráneo Oriental.
De aquel pacto surgió un equilibrio que en realidad era bastante precario, pues
bastaba que uno de los dos pilares en que se basaba cediese, para que toda la
estructura se viniera abajo; y el pilar que cedió fue Hatti.
¿Qué le
ocurrió a aquel gran estado que abarcaba la mitad oriental de la Península de
Anatolia y Siria para derrumbarse tan rápida y radicalmente como lo
harían también las monarquías micénicas? Lo que parece claro es que
Hattusa, capital del reino hitita fue destruida o abandonada en la misma
época en que ardió Micenas.
Aparentemente
Hatti era la potencia más fuerte de las dos que firmaron el tratado de Qadesh;
poseía un ejército imbatible, que contaba con una unidad de elite que eran los
carros de guerra, mucho más eficaces que los egipcios, pues habían llevado a
cabo unas mejoras tecnológicas en el eje que permitían transportar dos
combatientes, además del auriga, en lugar de uno solo. Sobre estos carros
combatían guerreros pertenecientes a la nobleza, aunque la propiedad de los
vehículos fuese del rey. Esta característica también se da en los reinos
micénicos, donde los carros también son propiedad del rey, quien los almacena
en lugares dispuestos para ello, y entrega para el entrenamiento y el combate a
guerreros pertenecientes a la aristocracia micénica.
Carro micénico (Tirinto).
Carro hitita.
Por
otra parte, el ejército hitita era un conglomerado compuesto por unidades
pertenecientes a los reinos y pueblos aliados o sometidos al gran rey de
Hattusa. Como ejemplo podemos decir que en la batalla de Qadesh acompañaron al
ejercito hitita compañías de carros e infantería de Mittanni, Wilusa, Pitassa,
Kizzuwatna, Lukka, Karkemish, Ugarit y otros.
Aunque
el país de Hatti había derrotado a todos sus enemigos, se veía obligado a
mantener en pie un ejército poderoso para defender sus fronteras, pues estas
estaban constantemente amenazadas, sobre todo por los asirios al este y
por los pueblos montañeses llamados gasgas al norte. La amenaza de los gasgas
era especialmente peligrosa, pues tenían por costumbre realizar
incursiones de pillaje en el rico país de Hatti.
En la
zona occidental de Anatolia la situación también era inestable. Allí los
diversos reinos formaban o deshacían alianzas unas veces a favor y otras en
contra de los hititas. Se observa en esta zona una progresiva penetración de
los aqueos desde principios del siglo XV. Esta expansión aquea no cesa tras el
tratado de Qadesh, más bien al contrario, la actividad militar de Ahhiyawa aumentó durante el siglo
XIII.
En
tiempos de Muwatali II (1306-1282 ) los aqueos de Anatolia mantuvieron una
alianza con el imperio hitita. Aquella fue una época difícil para el Gran Rey
de Hatti, porque los gasgas, desde las montañas del norte, llevaron a cabo
una ofensiva que batió las defensas de los hititas, y Muwatali tuvo que
abandonar Hattusa y establecer la capital más al sur, en Tarhundasa, un lugar
más seguro. Las buenas relaciones entre los aqueos y Muwatali cambiaron
entonces, sobre todo cuando un principe hitita enemigo del Gran Rey, llamado
Piyamaradu, pidió refugio en el reino de Ahhiyawa. Este príncipe estrechó
relaciones con la ciudad de Milawanda y todos los aqueos de Anatolia
se pusieron de su lado. Poco después, los aqueos y Piyamaradu invadieron Wilusa,
ciudad que ha sido identificada con la Ilión de Homero, es decir, Troya.
Algunos autores se han atrevido incluso a identificar a Piyamaradu con Príamo,
rey de los troyanos. Es posible que en todo esto haya algo de cierto; los
acontecimientos a que hemos hecho referencia debieron de ocurrir en los
primeros años del reinado de Muwatali II, probablemente a principios del siglo
XIII; en aquel tiempo los reinos micénicos de Grecia Continental se hallaban en
su apogeo y no es imposible que los aqueos del Peloponeso y Tesalia apoyasen a
sus parientes de la Península de Anatolia. Nosotros, no obstante, pensamos que
no hay razones sólidas para identificar a Piyamaradu con Príamo, pues este
último es presentado como enemigo de los aqueos en la epopeya homérica. Además,
cronológicamente la guerra de troya debe situarse a finales del siglo XIII y
no al principio. En todo caso, estos hechos se encuadran en un período de
expansión del mundo micénico que acabaría brúscamente hacia 1200 a. C. con la
destrucción de los palacios. Sin embargo, Muwatali pudo reconducir la situación
a partir de su victoria en Qadesh;
apoyado por el sur de Anatolia y sus aliados de Siria, expulsó a Piyamaradu y
los aqueos de Wilusa.
Cuando
murió Muwatali II, Piyamaradu, los aqueos de Ahhiyawa y la ciudad de Milawanda apoyaron a Mursili III
(1282-1275 ), hijo del anterior monarca, en su lucha contra Hattusili III
(1275-1250 ), su tío. Hattusili III, había alcanzado fama de gran guerrero tras
la victoria de Qadesh, pues él había sido el comandante del ejército hitita.
Más tarde, cuando subió al trono su sobrino Mursili, luchó valientemente contra
los gasgas hasta que los expulsó de Hattusa, los puso en fuga y reconquistó la
ciudad santa de Nerik. Convertido en héroe tras estas victorias, fue víctima de
la envidia del rey, y viéndose en situación comprometida se rebeló contra su sobrino
Mursili, a quien arrebató el trono. Como hemos dicho los aqueos estuvieron de
parte de Mursili en este conflicto, y después, tras la subida al poder de
Hattusili III, volvieron a invadir Wilusa junto
con Piyamaradu.Conocedores los aqueos de las dificultades por
las que pasaba Hattusili, invadieron la región de Lukka,
al sur de la Península de Anatolia. Victoriosos los de Ahhiyawa,
impusieron como rey de la región al príncipe aqueo Tawagalawa, hermano del rey
de Ahhiyawa. Entonces,la gente de Lukka, dirigidos por Tawagalawa y aliados con
los aqueos atacaron Hatti por el sur, llegando a dominar toda la costa hasta Kizzuwatna. Por estos acontecimientos se vio en
gran aprieto Hattusili, rey de los hititas, pues toda Anatolia Occidental y la
costa sur eran rebeldes y enemigas de Hatti. Piyamaradu lanzó en aquel momento
un ataque desde Milawanda con la intención de amenazar el
corazón de Hatti desde el oeste. Sin embargo fracasó, por que Hattusili
consiguió derrotar a Piyamaradu y expulsar de nuevo a los aqueos de Wilusa.
Más tarde, Tawagalawa también fue expulsado de Lukka y Ahhiyawa tuvo que resignarse a admitir
el poder de Hattusili.
Expansión de los aqueos de Anatolia a mediados del Siglo XIII.
Hattusili había conseguido una
gran victoria, pero había quedado claro que Anatolia Occidental no se dejaba
someter. A mediados del siglo XIII los aqueos, Arzawa y Lukka mantenían su
alianza y el Gran Rey de Hatti se apoyaba cada vez más en sus aliados y súbditos
de Siria.
La situación no cambió durante el reinado de
Tudhaliya IV ( 1250-1220 ), hijo y sucesor de Hattusili III; Hatti seguía
siendo poderoso, pero solo gracias a la paz con Egipto conseguía mantenerse
frente a sus enemigos. En 1220 los pueblos de Anatolia Occidental se aliaron
entre ellos y llevaron a cabo una expedición de pillaje por la costa de Siria.
Finalmente llegaron al delta del Nilo, donde acordaron unir sus fuerzas a
los libios para saquear Egipto. Les salió al encuentro el faraón Merenptah,
quien los derrotó en la región occidental del delta. Entre los pueblos que
formaban la coalición, además de los ekwesh (
aqueos ), estaban los lukka (
licios), shekelesh, teresh, meshwesh y
shardana. Así se les nombra en varias inscripciones en Karnak,
El Cairo, Atribis y Tebas, donde se conmemora la gran victoria de Merenptah. En
estas inscripciones se alude a estos pueblos con el nombre de la Confederación
de los Nueve Arcos, y evidentemente se trata de una expedición de
piratas, entre los cuales figuran de manera sobresaliente los shardana, saqueadores
y mercenarios, y los ekwesh, es
decir, probablemente los aqueos.
Aquellos acontecimientos fueron la antesala de
lo que vendría después y ponen de relieve el interés de los monarcas micénicos
por controlar totalmente las rutas comerciales del mar Negro y los puertos
de Siria y Palestina. Las consecuencias fueron especialmente
duras para el imperio hitita, pues afectó a su frontera sur, único flanco
que mantenía una clara estabilidad hasta entonces.
Rutas comerciales del Mediterráneo Oriental en el Siglo XIII a. C.
El siglo XIII a. C.
corresponde al período que la arqueología conoce como Heládico Reciente III B;
esta etapa es la de mayor explendor de la civilización Micénica. A finales de
este siglo los aqueos controlaban todas las rutas comerciales del Mediterráneo Oriental,
tenían importantes colonias en la isla de Chipre y habían establecido puestos
comerciales en Ugarit. En aquel tiempo el imperio Hitita se debilitaba
progresivamente y los aqueos de Anatolia se aliaban con otros pueblos de la
Península con el objetivo de hacer retroceder hacia el este a los ejércitos de
Hattusa. La expedición de piratas que Merenptah consiguió derrotar era un
ataque directo a los más fieles aliados de Hatti, las ciudades de Siria y
Egipto. Es importante considerar que uno de los integrantes de esta coalición
de piratas eran los shardana, que ya eran viejos conocidos de
los egipcios, pues habían formado parte del ejército que Ramsés II había
conducido hasta Qadesh; eran por tanto un pueblo de mercenarios que cambiaban
de patrón según las circunstancias; si en Qadesh luchaban por Ramsés, en el
delta estaban con los aqueos. ¿Pero qué aqueos eran aquellos? Lo más seguro es
que fueran los de Ahhiyawa yMilawanda, pero también es posible que fuesen gentes del
Peloponeso o de las islas del Egeo. Desde hace mucho tiempo la Historiografía
ha incluido estos acontecimientos de los tiempos de Merenptah dentro de un
fenómeno histórico que se ha denominado "La Invasión de los Pueblos del
Mar". Este último término, sin embargo, induce a confusión, es inexacto en
ocasiones y permite llamar con el mismo nombre a cosas distintas.
Fuesen quienes fuesen
aquellos ekwesh, no podemos suponer de ninguna
manera que los reinos micénicos estuviesen unificados bajo una sola monarquía
como se desprende de la lectura de La Ilíada. Más bien al contrario, esta
fue una época de luchas entre los reinos de Grecia continental, pues en ella se
construyen las murallas que rodean a las ciudadelas donde residen los reyes y
su aparato administrativo. Fue un tiempo en el que aumentó la piratería y la
guerra para menoscabo de las dos grandes potencias de la época, Hatti y Egipto.
A finales del siglo
XIII, encontrándose Hatti debilitado, se produjo un fenómeno que se ha repetido
varias veces en la Historia, teniendo en cuenta las diferencias de cada momento
concreto. Es lo que puede llamarse "Vasos Comunicantes". Este
fenómeno consiste en el trasvase de una masa de población de un espacio
geográfico a otro cercano, porque en este último se ha producido un vacío
demográfico o un vacío de poder político. Esto mismo es lo que ocurrió entre la
Península de los Balcanes y la Península de Anatolia a finales del siglo XIII
a. C. La causa fue el vacío de poder que dejaron los hititas al irse retirando
poco a poco hacia Siria empujados por los pueblos de Anatolia. La situación
resultante fue una época de exaltación bélica y la proliferación del pillaje y
la piratería. Como consecuencia, y encontrando un terreno favorable, distintos
pueblos de la Península de los Balcanes cruzaron a Anatolia y destruyeron lo
que quedaba del imperio hitita. Los reinos micénicos mantenían relaciones
comerciales desde mucho antes con estos pueblos balcánicos y con gentes que
vivían en las costas del Mar Negro; es posible que establecieran alianzas con
ellos o que pasasen a Anatolia como mercenarios. Pero también es posible que
cruzasen los estrechos que separan Europa de Asia en busca de botín,
conocedores de la situación de indefensión de la zona como consecuencia de la
retirada de los hititas. Todo son conjeturas, excepto que los frigios y otros
tracios invadieron Anatolia a principios del siglo XII. Aquello acabó
definitivamente con los hititas, Hattusa ardió hasta los cimientos y frovocó un
efecto dominó entre otras muchas poblaciones que se desplazaron buscando donde
asentarse unos, practicando el pillaje y la piratería otros como único medio de
supervivencia. Tómese como
ejemplo la carta que le escribe el rey de Ugarit al rey de Alasiya ( Chipre)
informándole de que unos barcos repletos de enemigos están saqueando su tierra
y que él no puede defenderse, pues ha enviado a todos sus guerreros junto a
Shubiluliunma II, último rey de Hatti. Poco después Hattusa sería destruida y
Ugarit y Alasiya serían totalmente saqueadas. Estos agresores de los barcos han
sido identificados con los denominados Pueblos del Mar; gentes de Anatolia, del
Egeo y del norte de Siria. En las cartas de Ugarit se habla de los shekelesh,
probablemente los cilicios; los mismos que, junto a los ekwesh y los shardana,
lucharon contra Merenptah en el delta del Nilo.
Las destrucciones
no solo afectaron a Anatolia, Siria y Palestina; también Grecia Continental
sufrió los ataques de estas bandas de piratas. Los palacios de Pilos y Micenas
ardieron, poblaciones enteras huyeron a lugares más seguros y, finalmente, la
civilización Micénica se desplomó para no volver a levantarse. En las tablillas
de Pilos se menciona a unos seguidores que tenían por misión vigilar las
costas y comunicar rápidamente las novedades al palacio. No obstante, todo fue
inútil, pues el palacio fue saqueado y destruido; además, todo indica que parte
de sus moradores consiguieron huir hacia el norte del Peloponeso y el Ática, ya
que los agresores procedían del sur y habían arribado hasta Pilos en sus
barcos.
A pesar de sus murallas
ciclópeas, Micenas también fue destruida hacia 1190 a. C., y parece ser que
estuvo habitada todavía durante algún tiempo por una pequeña población cuya
identidad no está clara en absoluto, como demuestra el hayazgo del denominado Vaso
de los Guerreros (del
Heládico Reciente III B, posterior a las destrucciones de 1190), en el que se
representa una infantería de soldados cláramente no micénicos; son guerreros
con faldellín y coselete, armados con grebas, lanzas, escudos redondos con una
amplia escotadura y cascos con cuernos y penacho de plumas. Pertenecen, pues, a
la estirpe de los "Pueblos del Mar", y recuerdan a los shardana.
Vaso de los Guerreros de Micenas. Comienzos del Siglo XII a. C.
Mercenarios shardana en la batalla de Qadesh.
Creta también sufrió
graves destrucciones durante el Heládico Reciente III B. Durante todo el siglo
XII se prolongan los saqueos y los grandes núcleos de población a orillas del
mar son abandonados y sus habitantes huyen al interior, instalándose en
poblados situados en lugares inaccesibles, a veces inverosímiles, de fácil
defensa. Este es el caso de Karfi, poblado levantado a unos trescientos
metros de altura sobre la llanura de Lashiti, en el sector centro-oriental de
la isla. Lo construyeron hacia finales del siglo XII a. C. y en él se encuentra
un edificio que recuerda al mégaron. Este poblado fue abandonado a
comienzos del siglo X, cuando las condiciones del llano parecían más seguras.
El impacto de la entrada
en Anatolia de los frigios y otros pueblos balcánicos fue enorme y multiplicó
la inestabilidad que la región ya padecía como consecuencia de la
descomposición del imperio hitita. Los frigios se asentaron en Anatolia Central
y obligaron a otras poblaciones a desplazarse hacia el sur y hacia el oeste.
Muchos de estos pueblos se aliaron entre sí y trataron de buscar nuevas tierras
donde establecerse, actuando como piratas o como invasores según se lo permitía
la situación. El comercio a larga distancia por mar y por tierra quedó roto y
de esta manera los monarcas de los distintos reinos quedaron privados de una de
las fuentes más importantes de donde extraían sus recursos. La avalancha de
asaltos y destrucciones duró casi un siglo y tuvo su punto álgido en 1186,
cuando una nueva coalición de pueblos intentó invadir el delta del Nilo. El
faraón que tuvo que hacerles frente en esta ocasión fue Ramsés III, quien de
nuevo los venció en una batalla naval que está magníficamente descrita en los
textos y relieves de Medinet Habu. Es en estos textos donde aparece la
denominación de "Pueblos del Mar", que luego se ha extendido en la
historiografía, abarcando a todos los movimientos migratorios y actos de
pillaje que se produjeron en el Mediterráneo Oriental desde finales del Siglo
XIII hasta mediados del XII. Los pueblos a los que se enfrentó Ramsés III
fueron según los textos los shardana, shekelesh, denyen, teresh, peleset, tjeker
y weshesh. Como puede verse los shardana aparecen de nuevo como uno de los
integrantes de esta coalición; sin embargo los ekwesh (aqueos) ya no son nombrados.
Sin embargo, sí que aparecen los denyen, que han sido identificados con
los danaos, nombre que Homero utiliza como sinónimo de aqueos a menudo, y los peleset, que es muy probable que se trate de
aqueos de Creta, y que algunos años después de ser derrotados en el delta del
Nilo se establecerán en la zona de la franja de Gaza en varios asentamientos,
como está documentado en La Biblia y algunos textos asirios y egipcios. En
cuanto al origen de los shardana hay teorías para todos los gustos;
nosotros, sin embargo, pensamos que a falta de pruebas concluyentes la
posibilidad más sugerente es que procediesen de la escarpada costa de Cilicia,
nido de piratas durante siglos.
Peleset prisioneros en los bajorrelieves de Medinet Habu.
La Historia tradicional,
partiendo de las noticias transmitidas por los historiadores antiguos y del
estudio de los dialectos griegos, explicaba el final de la civilización
micénica como la consecuencia de la penetración en Grecia de una estirpe de
griegos, los dorios, que desde las regiones del norte invadieron el territorio
dominado por los micénicos.
Se creía que los dorios
procedían de la cordillera del Pindo, desde donde se trasladaron hacia el sur
empujados por otros pueblos del interior. Los dorios ocuparon gran parte del
Peloponeso y pasaron a las islas del Egeo, Creta, Rodas y el extremo
suroccidental de Anatolia. Esta invasión había dejado un recuerdo en la
mitología con la leyenda del Retorno de los Heráclidas, en la cual se
narraba que los descendientes de Heracles, expulsados del Peloponeso,
regresaron acompañados de los dorios para reclamar su herencia.
Sin embargo, a partir de
la década de los setenta del siglo XX, algunos historiadores que daban mayor
importancia al aspecto social de la Historia, no solo negaban que hubiera
habido una invasión de los dorios, si no que llegaban más allá y negaban la
misma existencia de la estirpe griega de los dorios. En defensa de ello
alegaban que el dialecto dorio en realidad era un estrato lingüístico de las
clases inferiores al que llamaban substandar. A la cabeza de esta teoría se
encontraba el lingüista inglés John Chadwick, que colaboró con Michael Ventris
en el desciframiento del Lineal B.
Pero debemos hacer
algunas objeciones a esta teoría. En principio, que ya en el siglo VIII había
numerosas comunidades helenas que se reconocían a sí mismos como dorios; entre
ellas algunas tan importantes como los lacedemonios, los de la Argólida y los
mesenios solo en el Pelopoéso. Además, había dos territorios que eran conocidos
como Dóride y Doria, al norte de Grecia continental y al suroeste de Anatolia
respectivamente. Por otra parte, las comunidades que se reconocían a sí mismas
como de origen dorio compartían una serie de costumbres y un cierto fondo
cultural. Parece, por tanto, difícil de creer que lo dorio se redujese a un
dialecto de las clases campesinas más pobres de la civilización micénica. Más
bien parece que los dorios eran efectivamente una comunidad helena con dialecto
propio que durante siglos estuvieron asentados al norte de Grecia; que
compartían desde antiguo muchos de los contenidos de la civilización micénica,
pero que formaban parte de una franja periférica y escasamente desarrollada de
esta civilización. Lo más probable es que penetrasen en Grecia continental a
mediados del siglo XII, cuando los palacios micénicos ya habían sido
destruidos. Siendo estos dorios gentes que carecían de tradición urbana se
establecieron en aldeas y granjas y no intentaron restablecer el aparato
administrativo de las monarquías micénicas. Se extendieron con facilidad hacia
las islas y Creta, quizás participando en los saqueos y actos de piratería que
eran comunes en aquel período convulso del Heládico Reciente III C. Finalmente,
pasaron a Rodas y Anatolia mezclados con otros emigrantes que buscaban un lugar
para asentarse, de la misma forma que lo hicieron los peleset en Canaán.
Invasión de los dorios.
Los dorios carecían
absolutamente de una cultura urbana, eran agricultores y ganaderos que no
sintieron ninguna necesidad de reconstruir los palacios y restablecer el
aparato administrativo de los monarcas micénicos. Por esta razón, tampoco
sintieron necesidad de utilizar la escritura; no había contabilidad que llevar,
aparte de la que era imprescindible para gestionar la granja o la explotación
del predio, y para esto no hacía falta ningún complejo sistema de anotación.
Por todo ello la escritura del lineal B desapareció y fue olvidada, hasta que
en los tiempos contemporáneos atrajo la atención de los estudiosos y fue
descifrada por Michael Ventris.
Durante más de un siglo
el comercio a larga distancia casi desapareció en la Grecia continental
mientras las ruinas de los antiguos palacios eran cubiertos por la maleza
o eran utilizadas como necrópolis. Solo en algunos lugares como el Ática se
mantuvo la actividad urbana y el comercio. Como la escritura desapareció, y por
ello carecemos de documentos escritos, a esta época se la ha denominado Edad
Oscura. Se prolongó desde comienzos del siglo XII hasta principios del siglo
IX, abarcó, por tanto, unos trescientos años. Cuando las tinieblas se
disiparon, la civilización griega surgió con una fuerza renovada y llegó hasta
las más altas cotas de la Historia de la humanidad.