Pausanias,
el gran viajero, escribió una “Descripción
de Grecia” (Periégesis tes Helládos) en
la que nos relata su visita a Micenas, conjunto de ruinas ya en aquel tiempo, y
nos cuenta lo siguiente:
“Quedan
trozos de muralla y la puerta, sobre la que hay unos leones. Todo esto se dice
que es obra de los Cíclopes, que también construyeron para Preto la muralla de
Tirinto.”
Esto
lo escribía Pausanias en el siglo II d. C. y aquellas murallas no le parecían
obra humana. Al menos esto es lo que había oído decir a los lugareños, que
aquellos muros habían sido construidos por los Cíclopes, hijos de Urano, o
quizás de Poseidón.
En
realidad, los griegos hacía mucho tiempo que suponían que aquellas construcciones
de Micenas y Tirinto eran obra de los dioses. Ya en el siglo VIII a. C. creían
que las murallas de Troya habían sido construidas por Poseidón, y que todas
estas grandes obras se habían llevado a cabo en un tiempo impreciso, varios
siglos atrás, en una época conocida como “Edad de los Héroes”. Aquel tiempo ya
había acabado, los antiguos héroes habían muerto y había sobrevenido una nueva
edad de violencia e injusticia conocida como “Edad del Hierro” que era en la
que vivía la humanidad contemporánea. Los héroes estaban dominados por las
pasiones y por ello eran imperfectos, pero eran descendientes de los dioses y
estaban mucho más cerca de la divinidad. La humanidad posterior, aquella que
vivía en la “Edad del Hierro”, carecía de virtudes y era incapaz de llevar a
cabo semejantes construcciones.
Seguidamente
Pausanias nos cuenta esto otro:
“También hay en las ruinas de Micenas una fuente llamada Persea y las construcciones subterráneas de Atreo y otras de los que al regreso de Ilión fueron muertos por Egisto después del banquete… Hay otra de Agamenón, otra de Aurimedón, su auriga, otra de Telédamo y Pélope, hijos gemelos de Casandra, a quienes mató de niños Egisto, junto con sus padres, y de Electra, casada por Orestes con Pílades…Clitemnestra y Egisto están sepultados un poco apartados de la muralla, pues no se creyó que merecieran serlo dentro, donde yacen Agamenón y los que con él fueron muertos.”Murallas de Tirinto.
En
este último párrafo Pausanias menciona a varios miembros de la familia real de
Micenas, entre ellos al rey Agamenón, héroe que conocemos por la Ilíada, poema épico compuesto
por Homero en el siglo VIII a. C. Según Pausanias, Agamenón estaba enterrado
dentro del recinto de las murallas de Micenas, mientras que su padre, Atreo,
yacía afuera, en una construcción subterránea.
Por
supuesto que Pausanias carecía de pruebas contrastadas cuando afirmaba lo
anteriormente expuesto; se basaba exclusivamente en informaciones que había
recogido de unos y otros durante su viaje. Sin embargo, la lectura de aquella
guía para viajeros encendió la imaginación de Heinrich Schliemann, un rico
hombre de negocios que lo había abandonado todo para dedicarse a la
arqueología. No obstante, Schliemann, practicaba un método muy peculiar, pues
se basaba en tomar como absolutamente cierto lo que se narraba en los textos
antiguos, sobre todo, lo que podía leerse en la Ilíada y en la Odisea. Aquello era arriesgado,
pero a Schliemann le había dado resultado, pues guiándose por los versos de
Homero en 1870 había descubierto las ruinas de Troya. El audaz alemán puso
entonces su mirada en el texto de Pausanias y decidió viajar al Peloponeso para
excavar la ciudad de Micenas, en la que esperaba encontrar grandes tesoros,
pues homero la llamaba “la
rica en oro”. Cuando llegó a Micenas solo estaban a la vista una gran tumba
conocida como “Tesoro de
Atreo” y la Puerta de los
Leones.
Puerta de los Leones de Micenas.
Tras conseguir un
permiso para realizar su búsqueda Schliemann volvió a tener suerte y en el
verano de 1876 descubrió junto a la Puerta de los Leones, dentro de las
murallas, un recinto circular de tumbas que se conoce como círculo A. En
aquel lugar excavó cinco de las seis tumbas que allí se encontraban, dotadas de
espléndidos ajuares dignos de una estirpe principesca. Entre los objetos
encontrados destacaban dagas de bronce con empuñaduras de oro y damasquinados,
vasos de oro y plata labrados, máscaras de oro que cubrían el rostro de los
difuntos y otras muchas joyas de gran valor. Cuando Schliemann exhumó la tumba
número cinco encontró tres cuerpos de varón, todos ellos con ricos ajuares y
con los rostros cubiertos por una máscara de oro; cuando levantó la tercera
máscara, comprobó que los rasgos de su portador se habían conservado
extraordinariamente bien durante los siglos. Se cuenta que Schliemann,
emocionado, besó la mejilla del cadáver y después telegrafió al rey de Grecia
lo siguiente: “He contemplado
el rostro de Agamenón”.
La llamada Máscara de Agamenón del círculo de tumbas A de Micenas.
Schliemann había leído a Homero desde niño porque su padre,
un pastor protestante prusiano, le introdujo en la épica del poeta griego. Su
pasión por los antiguos héroes de la guerra de Troya como Agamenón, Aquiles o
Ulises no se apagó con el paso de los años, más bien al contrario, se convirtió
en una obsesión que le hizo creer en la veracidad absoluta de todo lo que se
narraba en la Ilíada. Obtuvo, por tanto, una gran satisfacción al
excavar la ciudad de Micenas y encontrar las tumbas de aquellos que él creía
eran el rey Agamenón y su familia. La riqueza de los ajuares le hizo creer que
efectivamente era verdad lo que se decía en la Ilíada, que Micenas era la ciudad más importante de la Grecia de
aquel tiempo y que efectivamente Agamenón acaudilló a todos los reyes griegos
en la heroica empresa de la guerra de Troya.
Ryton de
oro y plata de la tumba IV del círculo A de Micenas.
Schliemann
fue un gran hombre, pero se precipitó al identificar aquel rostro con el de el
rey Agamenón, pues posteriormente el círculo de tumbas A de Micenas fue datado
cronológicamente entre los años 1600 y 1500 a. C., es decir, en el período que
se denomina Heládico Medio Final, en el siglo XVI a. C., mientras que el
reinado de Agamenón, si es que fue un personaje histórico realmente y no un
héroe legendario, tuvo lugar en el siglo XIII, cuando la civilización micénica
corría hacia su violento final.
¿Quiénes
eran entonces aquellos que yacían en las tumbas de fosa del círculo A? Lo más
probable es que perteneciesen todos a una misma familia que había alcanzado un
gran poder en Micenas; al menos sabemos que eran muy ricos por los objetos con
que se enterraron, muchos de ellos importados de Creta, de magnífica factura.
El ajuar de la tumba más rica, la número IV, era impresionante; incluía puntas
de obsidiana, joyas y adornos de oro, vasos de alabastro, de plata y de oro,
máscaras de oro y armas de lujo. Entre los vasos destacaba un Rytón con forma
de cabeza de toro hecho de plata y con los cuernos de oro, en el testuz lucía
una bella roseta también de oro.
Los
que habían sido enterrados en el círculo A pertenecían a una elite
aristocrática que mantenía relaciones comerciales con Creta y Próximo Oriente,
un grupo de personas emparentadas entre sí y que, gracias a la acumulación de
riqueza que habían alcanzado, gustaban de importar objetos valiosos y bienes de
prestigio.
Pero
lo que verdaderamente nos aclara la significación de las tumbas del círculo A
fue el descubrimiento de otro grupo de tumbas extramuros de Micenas al que se
ha denominado Círculo B. Fue excavado en 1951 y contiene 26 tumbas más pequeñas
y provistas de ajuares más pobres. Todos los materiales que se encontraron en
estas tumbas eran más antiguos que los del círculo A, aunque es posible que
ambos círculos funerarios se utilizasen simultáneamente durante algún tiempo.
Según las investigaciones arqueológicas el círculo B fue usado entre 1650 y
1550 a. C.; se trata, por tanto de enterramientos más antiguos que los del
círculo A.
Círculo A de tumbas e Micenas.
Las
tumbas del círculo B representan a una aristocracia más amplia y menos poderosa
que la del círculo A; también menos rica, con menos relaciones internacionales,
con una menor capacidad para controlar los intercambios a larga distancia. Es
posible que en un momento concreto a principios del siglo XVI a. C. una estirpe
perteneciente a esta aristocracia se desgajase del resto en virtud de su mayor
riqueza e influencia y comenzase a enterrar a sus difuntos en un lugar aparte,
en el círculo A. Con el tiempo el antiguo y más amplio grupo aristocrático
sería olvidado; tanto es así que las tumbas del círculo B no fueron respetadas
y sobre ellas se construyó en el siglo XIII un gran mausoleo de cámara circular
con falsa cúpula conocido con el nombre de Tumba
de Clitemnestra. El círculo A, por el contrario, corrió mejor suerte y,
también en el Siglo XIII a. C., quedó en el interior de la nueva muralla que
rodeaba la ciudadela de Micenas.
Por
tanto, con las tumbas del círculo A asistimos al nacimiento de una realeza en
Micenas. Schliemann, después de aquel sensacional descubrimiento perdió el
interés por aquel lugar y continuó sus excavaciones en Tirinto, donde obtuvo
otro gran éxito. Sin embargo Micenas todavía guardaba una inmensa riqueza
arqueológica. Animados por el ejemplo del alemán, otros arqueólogos excavaron
en la ciudadela con métodos más rigurosos y sacaron a la luz un complejo
palacial dotado de habitaciones reales, salón del trono, dependencias de
funcionarios y oficiales, archivos y almacenes. Era este el centro del poder de
la monarquía micénica, lugar desde el que administraba el territorio del reino,
en el que se podían encontrar otros asentamientos de menor importancia y
subordinados al palacio. El edificio más importante de la ciudad palacial era elmégaron o salón del trono, alrededor del cual
se disponían las demás dependencias. En otras ciudadelas de Grecia encontramos
otros ejemplos de mégaron,
así en Tirinto y Pilos; y en todos los casos las estructuras, el diseño y las
medidas de este tipo de edificio son semejantes.
Plano esquemático del complejo de un megaron. 1: Vestíbulo, 2: Sala
principal, 3: Columnas del pórtico y de la sala principal.
Tras el vestíbulo se entraba en la sala principal en cuyo
centro había un hogar rodeado por cuatro columnas que sostenían el techo, donde
se abría un lucernario para que entrase la luz y saliesen los humos; el trono
real se encontraba siempre a la derecha de la entrada, adosado a la pared. El mégaron era el edificio más rico y decorado
del palacio micénico, el de Tirinto poseía un vestíbulo con zócalo revestido de
placas de alabastro, con relieves de palmetas y rosetas resaltadas sobre un
fondo azul de pasta vítrea, y pinturas al fresco en las paredes.
Plano de la ciudad e Micenas.
Plano de la ciudadela de Tirinto.
Plano de la ciudadela de Tirinto.
Otros edificios importantes en las ciudades micénicas eran
los almacenes. Allí se guardaba una parte importante de todo lo que producían
los campos del reino; reservas de grano, aceite, vino, metales, tejidos,
cerámica y otros muchos objetos manufacturados. Con estos productos se hacían
intercambios a corta y larga distancia y se financiaban todos los gastos de un
complejo aparato administrativo. Buena parte de estos productos procedían de
los tributos que estaban obligados a pagar todos los habitantes del reino, pero
también tenían su origen en las grandes propiedades agrarias del rey y en los
beneficios obtenidos gracias al comercio marítimo que practicaba la hacienda
real. La contabilidad de estos intercambios, del tesoro real y del movimiento
de bienes de los almacenes reales la llevaban a cabo un nutrido grupo de
escribas y los oficiales de palacio. Efectivamente el número de estos debió ser
grande, lo que nos proporciona una idea del poder y la riqueza del rey, pues la
mayoría de ellos poseían habitaciones privadas en el complejo palacial y eran
remunerados por sus servicios. Los escribas anotaban cuidadosamente todos los
movimientos de las cuentas reales gracias a un tipo de escritura que se ha
denominado lineal B. Se trata de una escritura que presenta una
estrecha afinidad con la escritura minoica del lineal A. Es, por tanto, una escritura silábica, pero que también
utiliza ideogramas para expresar palabras enteras, o bien conceptos. Esta
escritura fue descifrada en 1952 por Michael Ventris, joven arquitecto inglés,
e inmediatamente se identificó la lengua de tales textos con un dialecto
arcaico del griego. Los textos recuperados en las excavaciones están escritos
sobre tablillas de arcilla y contienen apuntes transitorios, destinados al uso
interno de la administración del palacio que muy raramente podrían ser
comprensibles para los no iniciados.
Lineal B
Los
textos del lineal B que conservamos están escritos en
tablillas de barro arcilloso, que primero eran simplemente secadas al aire y
luego duraban por breve tiempo; solo el incendio de los palacios, en los que
aquellas se custodiaban, las ha conservado durante milenios. Presumiblemente,
además del económico y frágil barro se disponía de otros soportes de escritura
en los que se anotaría aquello que debía perdurar. Todo aquello pereció con la
catástrofe, y no hubiera tampoco sobrevivido al paso del tiempo; mas las
tablillas fueron salvadas por el incendio para la posteridad. La mayor parte de
estas tablillas proceden del palacio de Pilos, al sur del Peloponeso, y del
palacio de Cnosos, en la isla de Creta. El número de tablillas encontradas en
Micenas ha sido inferior.
En
las tablillas del reino de Pilos aparece el rey con el nombre de Wanaks; esta palabra aparece
todavía en Homero designando al monarca. Para él trabajaba una nube de
funcionarios de palacio que cobraban los tributos y organizaban la
contabilidad, anotando las entradas y salidas en especie; todos ellos tenían
asignadas las raciones de víveres que les correspondían.
En los textos, junto al rey aparece el Law-agetas, término confuso que
podía denominar al heredero del trono o al comandante del ejército. En todo
caso debía ser alguien muy importante, pues era la única persona que, además
del rey, recibía un temenos,
es decir, una porción del terreno público.
Otro
personaje de importancia en la administración del territorio que también
aparece en las tablillas de Pilos es el gobernador de distrito que recibía el
nombre de Korete. El reino
de Pilos se hallaba dividido en varios distritos que se agrupaban en dos
provincias; cada distrito era administrado por un Korete, que a su vez, era
auxiliado por un lugarteniente denominado Prokorete.
Todos ellos rendían cuentas ante el rey.
Como podemos ver la organización y la administración de los reinos
micénicos alcanzó un alto grado de complejidad y la solidez de la autoridad
real debió de ser grande. Al menos esto debió ser así desde finales del siglo
XVI a. C. y alcanzó su punto culminante en el siglo XIII, como lo demuestran
las grandes tumbas de corredor y cámara funeraria circular de falsa cúpula,
denominadas tholos, que se
encuentran en las afueras de Micenas.
La
más monumental de ellas, a poca distancia de la Puerta de los Leones, es
conocida con el nombre de Tesoro
de Atreo; Pausanias ya habla de ella y Schliemann la excavó durante su
campaña en Micenas. Todo en ella impresiona; sus dimensiones son imponentes, su
interior tiene un diámetro de 14,5 m y una altura máxima que sobrepasa los 13
m. Se accede a la cámara a través de un corredor a cielo abierto de 36 m de
largo por 6 de ancho, que tiene al fondo una puerta, en fachada monumental, con
un vano de 5,4 m de altura; le sirve de dintel un solo bloque gigantesco de 120
toneladas, protegido de las presiones verticales mediante un triángulo de
descarga. Debió ser construido en el siglo XIII, es decir, poco antes de la
desaparición de la civilización micénica.
Tesoro de Atreo.
Alzado, planta y sección del Tesoro e Atreo.
El Tesoro de Atreo es la mejor expresión del poder que
alcanzó la monarquía a finales del período micénico, capaz de exigir el trabajo
de muchos en una faena no productiva, capaz de organizar una sociedad que
produzca enormes excedentes para dedicarlos a sustentar a la ingente mano de
obra que era necesaria para construir estas tumbas monumentales, capaz de
disponer de los mejores arquitectos de la época y traerlos de donde fuera.
Pero,
como hemos apuntado anteriormente, esta capacidad para organizar a grandes
masas humanas y esta compleja organización administrativa debió alcanzarse solo
en los últimos tiempos de estas monarquías que se establecieron en Micenas,
Tirinto,Argos, Pilos, Orcómeno, Yolco y Cnosos. En realidad en las tablillas de
Pilos, por otra parte todas pertenecientes a finales del siglo XIII o
principios del XII, aparecen algunos detalles que hacen pensar que los monarcas
micénicos no siempre detentaron tanto poder. En concreto se menciona al Damos, es decir la comunidad.
Se trata de una entidad corporativa que posee gran cantidad de tierras y que
cede una parte de ellas al rey en usufructo. También el Damoscede tierras al lawagetas, aunque en menor
cantidad. Estas tierras reciben el nombre de temenos.
También Homero llamatemenos a
las tierras del rey, lo cual reafirma la existencia prolongada de este
concepto. La
existencia del Damos y de las tierras públicas que este
posee induce a pensar que en los primeros tiempos de las monarquías micénicas
la autoridad real estaba limitada por los derechos y prerrogativas de la
comunidad. Sin embargo, es evidente que los reyes fueron aumentando su poder
progresivamente conforme la administración y la burocracia del palacio creció y
se hizo más compleja.
Para
comprender cómo fue posible que este sistema administrativo se desarrollase hay
que tener en cuenta que la civilización micénica tuvo desde un principio un
modelo en el que inspirarse; dicho modelo fue la civilización cretense o minoica,
que es como se la conoce. En efecto, los grupos humanos que más tarde formarían
la civilización micénica entraron en contacto con los cretenses desde el primer
momento y asimilaron con gran rapidez y empeño los contenidos culturales y
tecnológicos de aquellas gentes. El aspecto comercial tuvo una importancia de
primer orden en este proceso, pues además de ser un medio eficaz para la
transmisión de ideas y procedimientos, permitió el enriquecimiento de una elite
que poco a poco acabó convergiendo en una aristocracia de la que surgieron los
reyes.
Una civilización sin duda fascinante, a mitad de camino entre la historia y la leyenda o el mito.
ResponderEliminarSaludos.
Ciertamente se trata de una civilización en la que a veces es difícil separar el mito de los hechos históricos. En la segunda entrada comentaré hechos históricos que han sido ocultados por la leyenda.
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