martes, 19 de agosto de 2014

EXPANSIÓN ALEMANA, CREPÚSCULO DE LA SOCIALDEMOCRACIA Y ANÁBASIS DE USA.

Desde que Otto Von Bismarck dejase el cargo de Canciller de Alemania en 1890 la política exterior alemana tomó un camino caracterizado por la rudeza y la ausencia de imaginación; la habilidad de Bismarck no hizo escuela y Alemania vivió un Siglo XX muy violento hasta 1945.
Toda la estrategia exterior de Alemania desde finales del Siglo XIX descansaba en el concepto de lebensraum, es decir, el espacio vital. Según esta idea elaborada inicialmente por Friedrich Ratzel, existe una relación proporcional entre espacio y población que en su medida adecuada permite la supervivencia y el desarrollo a esa mencionada población. Hablando claro, el pueblo alemán, en peligro de verse agobiado por la superpoblación, necesitaba más espacio, más tierras en las que habitar.
A comienzos del Siglo XX era lugar común en Alemania que aquel espacio vital debía ensancharse por el Este, por los países eslavos. Según esto, Alemania debía arrebatar territorios a los polacos, checos y rusos si quería sobrevivir como Estado. Estos conceptos parecían naturales a los dirigentes alemanes, sobre todo cuando miraban a Occidente y comprobaban como Gran Bretaña y Francia habían construido sus respectivos imperios coloniales unas décadas antes.
                 Puerta de Brandemburgo.

Durante el período de guerras que fue desde 1914 hasta 1945 la idea del lebensraum inspiró toda la estrategia alemana de aquellos años y actuó en cierto modo como casus belli, como excusa para entrar en guerra. Se planteaba como una cuestión de supervivencia; la nación alemana necesitaba conseguir territorios, o de lo contrario perecería por falta de recursos. Ucrania, al sur de Rusia, era una región que, debido a su riqueza agrícola y sus puertos del Mar Negro, era capaz de proporcionar alimentos y desarrollo comercial a la creciente población alemana. Ucrania siempre fue vista como parte del hinterland, territorio de influencia, de Alemania.
La terrible derrota de Alemania en 1945 tuvo como consecuencia inmediata la división del territorio alemán en dos Estados diferentes y la aparición de sus políticas exteriores respectivas. Alemania Oriental se vio sometida al dictado de la Unión Soviética, mientras que Alemania Occidental hubo de adaptarse a un sistema económico, social y político basado en la socialdemocracia, requisito indispensable, según USA y Gran Bretaña, para evitar que la propaganda comunista se introdujese en todos los resquicios de las sociedades occidentales y provocase la subversión generalizada del sistema.
De toda aquella estrategia surgió primero el Mercado Común Europeo, después la Comunidad Económica Europea y, como consecuencia necesaria, la Unión Europea.
Todo el sistema organizado por los vencedores occidentales de 1945 se basaba en la promoción de la socialdemocracia, idea ya antigua en aquel tiempo, pero que, convenientemente remozada, proporcionaba una estructura política e ideológica en la feroz lucha del sistema mundial de bloques.
Por supuesto que USA no adoptó el sistema de la socialdemocracia, aquello estaba bien para los europeos, cuya incompetencia había quedado manifiesta en dos guerras mundiales, lo más que se llegó fue a coquetear haciendo posturas de salón con el concepto en ciertos ambientes universitarios, donde por algún tiempo quedaba bien hacerse pasar por progresista, socialdemócrata o socialista si cabía, pero nada más.
Gran Bretaña aceptó el sistema porque en buena medida ella había sido la inventora del mismo. Los británicos siempre habían contemplado como un exceso los impulsos radicales y revolucionarios de los franceses y desde finales del Siglo XIX eran partidarios de un capitalismo suavizado, sin abusos.
La socialdemocracia se mostró como un instrumento eficaz durante la denominada Guerra Fría; proporcionaba, sobre todo, una inquebrantable superioridad moral, en la creencia de que se trataba del sistema más humanitario, por encima del capitalismo salvaje y del comunismo totalitario. Además, las clases medias se sentían muy bien con aquel sistema y encontraban un medio adecuado para desarrollarse. Los movimientos obreros tuvieron una edad dorada durante aquellos años de la segunda mitad del Siglo XX; una lluvia de recursos económicos públicos y privados llegó a sus arcas y tomaron parte en la gestión del dinero público y las entidades financieras; las protestas y conflictos con el gran capital fueron pactados y los líderes de las organizaciones políticas y sindicales de los trabajadores comenzaron a hacer posturas de salón, como hacían los intelectuales en USA.
La estrategia funcionó porque en 1991 la Unión Soviética desapareció, y con ella la política de bloques y la Guerra Fría. Aquello fue interpretado en USA como la inequívoca demostración de que el liberalismo capitalista era no solo el mejor sistema económico y social, sino también el más eficiente sistema político. La clase dirigente de los Estados Unidos de América creyó entonces que los acontecimientos históricos la legitimaban para desempeñar el papel de imperio universal.
Como hemos podido comprobar a lo largo de las dos últimas décadas ni el capitalismo sin adornos, ni USA estaban capacitados para organizar el mundo y dirigirlo. La crisis financiera y los últimos fracasos estratégicos de USA, sobre todo el desgaste económico y moral de la más reciente Guerra de Iraq, han convencido a los políticos norteamericanos de que el mundo es demasiado grande e ingobernable por ahora, razón por la que se impone una retirada generalizada, especialmente del Medio y Próximo Oriente.
Esta retirada debía ser ordenada y no tener visos de huída, si bien era evidente que el vacío de poder sería progresivamente ocupado por otras potencias de la zona; en principio Rusia y China, aunque también otras menores como Turquía, Irán y Egipto. Sin embargo la anábasis norteamericana se ha complicado mucho en los últimos tiempos, debido a un agente cuya intervención no estaba prevista: Alemania.
Tras la derrota de 1945, el proyecto de unificación europea y la propia reunificación alemana, el Estado alemán había salido transfigurado, había pasado de hacer política movilizando al ejército a hacerla a través del banco federal, el Bundesbank, y del Banco Central Europeo. Alemania ha demostrado una vez más que su asombrosa capacidad de recuperación no es una fábula; de forma progresiva ha ido ganando importancia en el seno de la UE, hasta convertirse en el líder indiscutible y marcar la agenda de las instituciones europeas. La economía alemana vuelve a ser hoy en día, como lo fue en la primera mitad del Siglo XX, una de las más fuertes del mundo.
¿Qué ocurre entonces? Que la vieja idea de la expansión hacia el Este vuelve como un fantasma a las tierras de Germania. De una manera callada pero metódica la política alemana ha ido encaminada a crear un hinterland dentro de la propia UE; la descomposición de la antigua Yugoslavia favoreció este proceso, y la incorporación de los países del Este de Europa al proyecto europeo aún más. Alemania ha podido comprobar que muchas de las cosas que no consiguió en las dos guerras mundiales las está consiguiendo ahora a través de los pactos, la actividad económica y los manejos financieros.
El drama se desencadena cuando, aprovechando legítimamente la retirada controlada de USA, los dirigentes políticos y económicos alemanes pretenden atraerse a su hinterland a los sectores más proeuropeos de Ucrania, sin percatarse de que aquello suponía un cambio de régimen y una desvinculación de Rusia.
Los intentos de imponer una influencia siempre han traído roces; nadie se deja arrebatar nada por las buenas. Rusia siempre ha considerado a Ucrania como parte de sí misma, y era ingenuo que iba a dejar que se la arrebatasen sin mover un solo músculo. La reacción de Rusia ante las pretensiones de la UE han sido las esperadas por quien conoce la Historia aunque sea de manera superficial. Lo asombroso es que los estrategas alemanes no lo tuvieran previsto; quizás porque, como he afirmado en otros artículos, Europa vive de espaldas a su Historia desde 1945.
Ante tamaño despropósito se necesitan personas inteligentes que desfagan el entuerto. ¿Los hay en la UE?

2 comentarios:

  1. Desde Bismarck pocos hombres políticos de gran talla ha dado Europa.
    Un saludo.

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  2. A finales del Siglo XIX la diplomacia europea entró en crisis. Los políticos fueron incapaces de tener una gran perspectiva del conjunto de relaciones internacionales. 1914 supuso el fracaso de las clases dirigentes europeas; todo un mundo se ue por el despeñadero.
    Un saludo

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