Muchos
son los que opinan que los hechos ocurrieron según quien los cuente; y no están
totalmente faltos de razón, porque la Historia está escrita por seres humanos;
y como todos sabemos, los seres humanos miran preferentemente hacia sus
intereses; es decir, no son objetivos. Por tanto, la Historia sería subjetiva,
no habría una Historia, sino muchas historias, dependiendo del punto de vista
de cada uno. Esto significaría arrebatarle a la Historia el carácter de ciencia
y considerarla simplemente un género literario. La Literatura es una de las
artes más elevadas, pero desengáñense ustedes, la Historia es otra cosa
distinta. Porque, si yo fui a Jerez y no fui a Antequera, por mucho que alguno
presuma que yo fui a Antequera, lo cierto es que no fue así, yo solo fui a
Jerez. Es decir, existen los hechos comprobados, que no son presunciones. Así
procede la ciencia, todo son presunciones, es decir, hipótesis, hasta que algo
se demuestra firmemente, y entonces se convierte en hecho comprobado y
verdadero. ¿Qué la verdad es revisable? ¡Por supuesto! La verdad es revisable
infinitas veces, pero mientras no se demuestre lo contrario sigue siendo
verdad. De esta forma, el historiador actúa de forma semejante a un detective.
Observa y tiene intuiciones, después busca pruebas que demuestren sus teorías.
La aparición de nuevos datos le hace cambiar de rumbo a menudo; a veces se ve
obligado a abandonar presunciones que había intentado demostrar durante mucho
tiempo. Un historiador debe estar siempre preparado para al cabo de un tiempo
venga otro investigador y demuestre que sus alegaciones eran erróneas; sus
construcciones pueden ser efímeras. Pero todo investigador busca siempre la
verdad; y como es fácil de comprender, la verdad y su contrario no pueden
coexistir. Lo verdadero puede estar formado por distintas partes
complementarias, pero nunca por lo uno y su contrario. Pongamos un ejemplo; si
decimos que Aníbal venció en Cannas, no podemos decir a la vez que Aníbal fue
vencido en Cannas. Hay cosas tan elementales que todos las comprenden al
instante. Podemos decir que Aníbal venció por esto o por lo otro, pero eso solo
significa que las razones por las que venció Aníbal no están suficientemente
demostradas. Tengan ustedes claro que Aníbal venció en Cannas por unos hechos
concretos, y solo gracias a ellos.
He
recurrido al ejemplo de Cannas no solo por su incontestable claridad, sino
también porque la Historia semeja un inmenso campo de batalla. Todos buscan
argumentos que apoyen sus teorías, en contra de los argumentos de los otros,
mientras una legión de apologistas, tergiversadores, propagandistas,
agitadores, oportunistas, buscones y mentirosos proporcionan versiones
históricas falsas, a sabiendas que lo son. Cualquiera que conozca un poco el
asunto está al corriente de lo fácil que es falsear los hechos históricos o
distorsionarlos. Lo más usual y menos comprometido es resaltar ciertos hechos y
poner otros en bajorrelieve, cuando no, ocultarlos. Muy eficaz es inventarse
hechos de palabra y obra, utilizando falsos testigos. Lo más tosco es manipular
documentos, o directamente inventárselos. Pero lo más fino es sobornar gracias
a dádivas y beneficios a aquellos que escriben la Historia desde posiciones
universitarias o de la alta cultura. En este último caso el daño es mayor, pues
el sobornado no parece serlo, sino que su exposición sesgada de los hechos se
atribuye a su sensibilidad ideológica; un auténtico fraude.
Ya dije
al principio que la Historia está contada por seres humanos y, por tanto,
siempre será presa de la subjetividad de quien mira por sus intereses, pero el
tiempo nunca pasa en balde y todas las cosas se vuelven lejanas, y con la
lejanía somos capaces de verlas más objetivamente; si alguien quiere saber la
verdad de lo ocurrido, el tiempo es su aliado, porque aquellos que, cual
calamares, arrojan su nube de tinta para hacer borrosa la visión del
investigador, van cruzando uno tras otro la laguna que, según Homero, separa el
reino de los vivos del reino de los muertos y, como dijo el poeta ciego, los
que se encuentran en aquel oscuro lado carecen de voz y de memoria.
Espero
que el lector perdone estas referencias clásicas, porque voy a seguir con
ellas. De hecho la Historia actúa según una palabra misteriosa que en latín se
decía ultor. Su significado es
“después”; así, los hechos que se dejan para después se denominan ultiones. En su significado más profundo
las ultiones son ajustes de cuentas.
Este sentimiento tenía un dios particular en Roma, Mars Ultor, es decir, Marte Vengador. Era el dios al que se
encomendaban aquellos que habían sufrido una ofensa o debían reparar una
injusticia, repugnante a los dioses.
Y
ciertamente la Historia actúa así; pone las cosas en su sitio, da a cada uno lo
que merece, llena de luz lo que está oscuro y pulveriza la mentira. Por eso, la
Historia, la verdadera, al final siempre vence.
Digo
esto porque tengo la presunción, no la certeza, de que la Historia del Siglo XX
de España aún no está escrita, pero está a un paso de escribirse. Muchos de los
personajes que la protagonizaron han cruzado ya la laguna que los separaba de
Hades, reino de los muertos; otros tantos lo irán haciendo después. Sus deseos,
sus inquietudes, comienzan a dejar de actuar, la pasión con la que vivieron se
diluye. En el Siglo XX se decía que al Siglo XIX español no había quien lo
entendiese, pero eso ocurría por falta de perspectiva. Mucho me temo que la
gran obra de desbroce de los acontecimientos del Siglo XX está en sus
comienzos. En los próximos años conoceremos muchas cosas que se ignoraban, o
que estaban ocultas. En España hemos tenido un Siglo XX muy accidentado y lleno
de acontecimientos poco claros, a veces poco explicables. En la centuria pasada
se ha intentado comprar a todo el mundo y se han torcido muchas plumas; todos
han luchado por su versión, con ausencia total de escrúpulos. Pero como ya he
dicho, la Historia tiene preferencia por las ultiones; “después” es su palabra favorita, es la ciencia de lo
pasado; más concretamente, es la ciencia que trae el pasado hasta el presente y
después lo proyecta hacia el futuro, como reza el lema de este blog.
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