Sin embargo, Cayo Mario no era un genio; era simplemente un hombre práctico y ambicioso; a fin de cuentas un trepador social. El verdadero genio llegó después; fue Cayo Julio César.
Cayo Julio César.
Cuando Cayo Mario murió a mediados de enero del 86 a. C. Julio César era todavía un adolescente, pero desde muy pronto comprendió que el ejército de legionarios profesionales era semejante a una máquina y que cada soldado de la misma era una pieza que cumplía una función específica. Se percató también de que la tecnología era un recurso importantísimo para vencer y no ser vencido. Mario había creado un ejército de soldados-obreros y Julio César puso a sus equipos de ingenieros en el lugar de mayor relieve de las legiones romanas.
Aros de la cota de malla de un legionario romano.
César consideraba que perder un solo soldado en combate era una catástrofe; su principal objetivo era minimizar las bajas todo lo posible, y la tecnología le permitía combatir con ventaja y pocos riesgos. Por otra parte, él mismo era un gran aficionado a la ingeniería y sentía gran curiosidad por las tecnologías.
A finales del año 56 a. C., siendo César ya dueño de todas las Galias fue sorprendido mientras pasaba el invierno en Galia Cisalpina; los usípetes y los téncteros, pueblos germanos, habían cruzado el Rin y, atravesando las tierras de los menapios, saqueaban todo aquello que se cruzaba a su paso. Se desplazaban con sus mujeres e hijos, transportando sus enseres en pesados carromatos. No avanzaban en una sola columna, sino en muchas que iban en la misma dirección caminando por una amplia zona. Huían de los suevos, que durante años les habían hecho la guerra, arrasado sus campos y robado su ganado (https://sites.google.com/site/temasdelahistoria/caravana-hacia-el-sur).
En aquel invierno Cesar se convenció de que para mantener sometida y en paz a la Galia era necesario disuadir a los germanos de cruzar el río Rin. Tras derrotar y aniquilar a los usípetes y los téncteros a comienzos del año 55 a. C., tomó la determinación de cruzar el Rin para meter miedo a cuantos habitaban la margen derecha, sobre todo a los suevos y sus aliados. Como llegó a la consideración de que cruzar el río en barcas era peligroso, por no saber con certeza lo que le esperaba en la otra orilla, decidió construir un puente de madera de la forma en que él mismo nos cuenta en su Comentario IV:
"César, por las razones ya insinuadas, estaba resuelto a pasar el Rin; mas hacerlo en barcas ni le parecía bien seguro ni conforme a su reputación y a la del Pueblo Romano. Y así, dado que se le presentaba la suma dificultad de alzar puente sobre río tan ancho, impetuoso y profundo, todavía estaba fijo en emprenderlo, o de otra suerte no transportar el ejército. La traza, pues, que dio fue ésta. Trababa entre sí con separación de dos pies dos maderos gruesos pie y medio, puntiagudos en la parte inferior, y largos cuanto era hondo el río; metidos éstos y encajados con ingenios dentro del río, hincábanlos con mazas batientes, no perpendicularmente a manera de postes, sino inclinados y tendidos hacia la corriente del río. Luego más abajo, a distancia de cuarenta pies, fijaba enfrente de los primeros otros dos trabados del mismo modo y asestados contra el ímpetu de la corriente; de parte a parte atravesaban vigas gruesas de dos pies a medida del hueco entre las junturas de los maderos, en cuyo intermedio eran encajadas, asegurándolas de ambas partes en la extremidad con dos clavijas; las cuales separadas y abrochadas al revés una con otra, consolidaban tanto la obra y eran de tal arte dispuestas, que cuando más batiese la corriente, se apretaban tanto más unas partes con otras. Extendíase por encima la tablazón a lo largo, y cubierto todo con travesaños y zarzos, quedaba formado el piso. Con igual industria por la parte inferior del río se plantaban puntales inclinados y unidos al puente, que como machones resistían a la fuerza de la corriente; y asimismo palizadas de otros semejantes a la parte arriba del puente a alguna distancia, para que si los bárbaros con intento de arruinarle, arrojasen troncos de árboles o barcones, se disminuyese la violencia del golpe y no empeciesen al puente."
Maqueta del puente de César sobre el río Rin.
César tardó diez días en construir el puente tras haber hecho acopio de los materiales necesarios, tiempo muy corto, por ser el Rin un río caudaloso; después cruzó a Germania con su ejército y se dirigió a las tierras de los sicambros, que habían acogido a la caballería de los usípetes y téncteros, los cuales, dándose a la fuga, habían cruzado el río para refugiarse entre los otros germanos.
César, prudente, dejó guarnición en ambos extremos del puente y pasó con el ejército al otro lado del río. Enterados de esto los sicambros, abandonaron sus campos y corrieron a esconderse en lugares desiertos de su territorio. Por el contrario, los ubios se presentaron ante César y le ofrecieron rehenes; por estos últimos tuvo noticias de que los suevos habían abandonado sus poblados, que habían escondido a sus mujeres y sus hijos en bosques y pantanos, y que los hombres se habían reunido todos en el centro de su amplio territorio decididos a enfrentarse allí a los romanos.
César echó cálculos y concluyó que adentrarse en suevia era arriesgado, siendo aquel país desconocido. Por otra parte, pensaba que con solo construir el puente y haber cruzado a Germania había conseguido meter miedo a todos los que vivían en aquella orilla del río. Entonces decidió volver sobre sus pasos, cruzar el Rin en dirección a la Galia y el puente.
El Rin entre Coblenza y Andernach, posible situación del primer puente de César.
El puente sobre el Rin fue construido enteramente con madera, material que abundaba en la zona, cubierta de bosques en aquel tiempo. Su estructura era de armazón; los elementos verticales estaban formados por gruesos pilares pareados y trabados entre sí por piezas más pequeñas. Estos pilares fueron clavados en el lecho del río con la ayuda de unas máquinas provistas de mazas batientes.
Reproducción de una de las máquinas que clavaron los pilares del puente.
Los pilares no fueron clavados verticalmente, sino con una cierta inclinación, para disminuir la resistencia a la corriente del río. En el lado por donde rompía la corriente se colocaron unos machones que aminoraban la fuerza del agua; de esta forma los pilares soportaban un esfuerzo menor.
Maqueta del puente y de la máquina que clavaba los pilares.
Los elementos horizontales estaban compuestos por fuertes vigas transversales de 40 pies de longitud (12,192 m) que soportaban una plataforma de tablazón de la misma anchura.
Si observamos estas medidas podremos ver que la anchura del puente, unos 12 m, era suficiente para que lo pudiesen cruzar los legionarios formando en filas de a ocho, es decir, un contubernium, el número de soldados que compartían una tienda de campaña. Teniendo en cuenta que diez contubernia suman 80 legionarios, número de combatientes que formaban una centuria, podemos pensar que el puente estaba diseñado para que las centurias desfilasen por él en formación. Además, la anchura del puente permitía el paso de dos carros a la vez, lo que facilitaba el tránsito del equipaje y las provisiones.
César no solo construyó aquel puente para impresionar a los germanos, sino también para realizar una maniobra rápida, gracias a la cual todo un ejército con su equipaje fuese capaz de cruzar un río ancho y caudaloso en un tiempo muy corto. La rapidez era uno de los elementos principales de la estrategia de César; siempre lo fue desde el año 58 a. C., cuando fue en persecución de los helvecios.
Por otra parte, César tuvo en mente en todo momento la retirada. Realmente, jamás tuvo intención de conquistar Germania; esto lo deja muy claro en sus Comentarios, cuando afirma que su intención es meter miedo a los germanos e impedir que estableciesen alianzas con los galos. Él entendió desde el principio que someter Germania era una empresa dudosa y que aportaba pocos beneficios; su intención siempre fue establecer una frontera clara y segura entre Galia y Germania; esta frontera no existía con nitidez antes de su campaña del 58 a. C.
Aquel puente le aseguraba una rápida retirada. Ignoraba en buena parte lo que iba a encontrarse en la otra orilla del río y temía verse arrinconado con el río a sus espaldas. Teniendo en cuenta que él consideraba que las bajas eran un fracaso para cualquier general, el puente representaba una vía de fácil escape en caso de derrota o grave peligro.
Durante años tuvo que impedir que los germanos cruzasen el Rin; de hecho, antes de su llegada a Galia ya había muchos asentados en la margen izquierda del río. En el año 53 a. C. se vio obligado a construir otro puente sobre el Rin exacto al anterior, por lo cual, los soldados, ya experimentados, lo construyeron con mayor facilidad y rapidez. Estos hechos los narra en su Comentario VI:
"César, llegado a Tréveris después de la expedición de los menapios, determinó pasar el Rin, por dos razones: la primera, porque los germanos habían enviado socorros a los trevirenses; la segunda, porque Ambiórige no hallase acogida en sus tierras. Con esta resolución da orden de lanzar un puente poco más arriba del sitio por donde la otra vez transportó el ejército. Instruidos ya de la traza y modo los soldados, a pocos días, por su gran esmero dieron concluida la obra. César, puesta buena guarnición en el puente por la banda de Tréveris para precaver toda sorpresa, pasa las demás tropas y caballería."
En esta segunda ocasión los suevos se comportan como en la primera:
"En esto, a pocos días le avisan los ubios cómo los suevos iban juntando todas sus tropas en un lugar, obligando a las naciones sujetas a que acudiesen con sus gentes de a pie y de a caballo. Conforme a estas noticias, hace provisión de granos, y asienta sus reales en sitio ventajoso. Manda a los ubios a recoger los ganados y todas sus haciendas de los campos a poblado, esperando que los suevos, como gente ruda y sin disciplina, forzados a la penuria de alimentos, se resolverían a pelear, aun siendo desigual el partido. Encarga que por medio de frecuentes espías averigüen cuanto pasa en los suevos. Hacen dios lo mandado, y después de algunos días, vienen con la noticia de que los suevos, desde que supieron de cierto la venida de los romanos, con todas sus tropas y las auxiliares se habían retirado tierra adentro a lo último de sus confines. Allí se tiende una selva interminable llamada Bacene, que puesta por naturaleza como por barrera entre los suevos y queruscos, los defiende recíprocamente para que no se hagan mal ni daño los unos a los otros. A la entrada de esta selva tenían determinado los suevos aguardar a los romanos."
Julio César sería hoy en día considerado un genocida y un criminal de guerra; sin embargo, en su tiempo fue uno de los líderes del movimiento democrático de la república más garantista del mundo conocido. La frontera que trazó en el Rin pervive hasta nuestro tiempo y diariamente usamos el calendario juliano, que lleva su nombre.
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