En 1815, tras el Tratado de Viena, Prusia acabó convencida de que la única manera de sobrevivir era transformarse en un Estado poderoso y poseedor de amplios territorios. Rusia no quería que surgiese una gran potencia al Oeste de sus fronteras y por esa razón se sintió satisfecha con la creación de la Confederación Alemana, compuesta por treinta y ocho Estados, entre ellos Prusia y Austria. Aquella confederación era un seguro para evitar cualquier verdadera unificación de los principados alemanes. Francia, que había sido derrotada en Waterloo, tampoco deseaba un Estado fuerte en Centroeuropa, y en la Confederación Alemana los principados se miraban unos a otros de reojo con desconfianza; era el escenario ideal para que la atomización del espacio alemán se perpetuase. No obstante, Prusia entendió desde muy pronto que la única vía para convertirse en una de las potencias más importantes de Europa pasaba por la unión de los Estados alemanes. Con este objetivo creó la Unión Aduanera de Alemania, organísmo al márgen de la Confederación y del que quedaba excluida Austria.
En 1864, tras la Guerra de los Ducados, Prusia se anexionó Schleswig y Lauenburgo. En el verano de 1866 Prusia venció a Austria tras un conflicto bélico que dividió a la Confederación Alemana en dos bandos; como consecuencia la Confederación quedó disuelta y Prusia se anexionó Hanover, Hesse-Kassel y Holstein.
Eran los tiempos de Bismarck, y el astuto político consiguió organizar la Federación Alemana del Norte, auténtico núcleo de la futura Alemania. Bismarck era un experto conocedor de las relaciones entre los Estados europeos y sabía que la unificación de todos los Estados alemanes exigía infligir una severa derrota a Francia, que a la sazón era el Estado más interesado en evitar el fortalecimiento de Prusia. En la batalla de Sedán el ejército francés sufrió una gran derrota y el emperador Napoleón III fue capturado por los soldados prusianos; meses despues, Guillermo I de Prusia se proclamaba Emperador de Alemania. El acto tuvo lugar el 18 de Enero de 1871 en el palacio de Versalles; había nacido Alemania.
Desde su fundación el Imperio Alemán experimentó un crecimiento económico sin precedentes. La producción de acero y carbón se multiplicó en las décadas siguientes, y la industria de equipamiento no dejó de crecer.
Como hemos dicho eran los tiempos de Bismarck, hombre prudente que comprendió desde un principio que la unificación de Alemania exigía un largo período de paz para llegar a consolidarse. Por esta razón el político prusiano desarrolló una estrategia diplomática conocida como realpolitik.
No obstante, el Imperio Alemán pronto experimentó una acuciante necesidad de materias primas y nuevos mercados en los que vender sus productos. En esto se le habían adelantado Inglaterra y Francia, pues ambas potencias habían creado sus respectivos imperios coloniales en la segunda mitad del Siglo XIX.
El conflicto era inevitable. Los intereses enfrentados eran enormes y ya no se trataba de pelear por cuestiones menores; lo que se dirimía era la supremacía en el continente europeo. Rusia también entró en la lucha de intereses y el estallido se produjo en el verano de 1914, tras el asesinato de Francisco Fernando, heredero de la corona de Austria-Hungría. https://sites.google.com/site/temasdelahistoria/siglo-xx
Como consecuencia de estos acontecimientos Europa padeció dos terribles guerras en las que murieron millones de personas y la economía de los Estados europeos quedó arruinada. Los resultados de estos conflictos bélicos fueron desastrosos para Europa; en 1945 Alemania estaba completamente destruida, mientras que Gran Bretaña y Francia habían caído totalmente bajo la influencia de Estados Unidos. En la mitad oriental del continente había aparecido un Estado totalitario, la Unión Soviética, que desde el principio mostró vocación de establecer un dominio mundial. Irónicamente, no fueron los antiguos imperios europeos los que acabaron estableciendo su hegemonía sobre el continente, sino una federación de repúblicas que obedecían a un partido que proclamaba la dictadura del proletariado.
Una vez desaparecida la Unión Soviética y reunificada Alemania en la forma de un Estado democrático y federal la pregunta que podemos hacernos es ¿Volverán de nuevo las tensiones entre los Estados de Europa, o por el contrario las fuerzas integradoras respaldadas por los burócratas de la Unión Europea se impondrán finalmente? Más de medio siglo de esfuerzos de integración tienen mucho peso en la balanza; los intereses económicos y personales están muy entrelazados, pero cualquier tema menor o conflicto de segunda línea puede hacer saltar los viejos rencores, los antiguos egoísmos. Como ejemplo fijémonos en España; cuando creíamos haber vencido a nuestros demonios domésticos hemos vuelto de nuevo a las posiciones de los años 30 del Siglo XX.
martes, 24 de diciembre de 2013
lunes, 16 de diciembre de 2013
¿HACIA DÓNDE NOS LLEVA LA UE? I
Una de las incógnitas más grandes de nuestro tiempo es
la Unión Europea. La clase política que actualmente la gobierna tiene su origen
en la situación que resultó tras la conferencia de Potsdam, durante el verano
de 1945. En aquella ocasión las potencias vencedoras de la Segunda Guerra
Mundial, la Unión Soviética, Reino Unido y Estados Unidos, decidieron cómo administrarían Alemania, que
se había rendido incondicionalmente nueve semanas antes, el 8 de Mayo. Los objetivos de la conferencia
también incluían el establecimiento de un orden de posguerra, asuntos relacionados con tratados de paz y el estudio
de los efectos de la guerra.
Pero la consecuencia más importante de las conversaciones de Potsdam fue el
comienzo de la Guerra Fría y el establecimiento de la política de bloques a
nivel mundial. En este nuevo orden, Europa Occidental jugaba un papel
importantísimo, era la primera línea del frente donde Estados Unidos y la Unión
Soviética se echaban un pulso en todos los niveles y ámbitos.
Los estrategas del bloque Occidental reconocieron desde un principio la
importancia de Europa en aquella lucha que se preveía larga y enconada. Uno de
los principios básicos de aquella estrategia consistía en evitar que la
propaganda soviética penetrase en las clases trabajadoras de Europa Occidental.
La solución al problema fue la promoción de la socialdemocracia en los Estados
europeos del bloque Occidental. Aquella ideología política y económica suponía
la creación del denominado Estado del Bienestar, que no era otra cosa sino
proveer a las clases trabajadoras de una serie de garantías sociales,
económicas y sanitarias como hasta entonces no se habían conocido en el mundo.
Las haciendas públicas de estos Estados Europeos se harían cargo del coste del
Estado de Bienestar que, evidentemente, resultaría altísimo. Sanidad universal
y gratuita, educación pública y gratuita, amplio seguro de desempleo, reducción
de la jornada laboral y mantenimiento del nivel adquisitivo de las pensiones
eran algunos de los puntos fuertes de este sistema político, social y económico
que debería imperar en Europa, y que sería el dique de contención más sólido a
la expansión de las ideas comunistas. Por supuesto que en estos Estados se
permitiría la existencia de partidos marxistas, comunistas y afines, pero todos
ellos desprovistos de la carga revolucionaria que los caracterizaba en otras
regiones del mundo.
Por otra parte, estaba la rivalidad entre los Estados europeos. Europa
había padecido dos guerras devastadoras en la primera mitad del Siglo XX; sus
consecuencias habían sido terribles y las cicatrices de la ultima de ellas solo
estaban comenzando a sanar. En los campos de batalla habían caído millones de
combatientes, y entre la población civil los muertos también se contaban por
millones. Era Imprescindible que estos Estados abandonasen toda intención
revanchista y adoptaran una actitud de cooperación en lugar de competir entre
ellos como habían hecho hasta el momento.
La empresa privada tuvo que resignarse a hacer grandes concesiones a los
trabajadores y a evitar toda competitividad agresiva que supusiese el
enfrentamiento entre Estados. Los sindicatos adquirieron gran poder, a cambio
de que no tensasen demasiado la cuerda en los conflictos laborales; su actitud
debía ser responsable, o en todo caso, jamás poner en cuestión al sistema.
Para que esta estrategia pudiera ponerse en marcha, diese resultado y se
pusiese freno a la expansión soviética era necesario reconstruir la economía de
los Estados europeos. Esto se hizo gracias a los enormes capitales que Estados
Unidos puso en manos de los Estados europeos a través del denominado Plan
Marshall. Entre 1948 y 1951 Europa y Turquía recibieron un total de 13 mil
millones de dólares de la época, así como servicios de asistencia
técnica. Las primeras partidas importantes de la ayuda fueron a parar
a Grecia y a Turquía en enero de 1947. Estos dos países
estaban considerados la primera línea de la lucha contra la expansión
comunista, y ya se encontraban recibiendo ayuda económica en el marco de
la Doctrina Truman. Una vez completado el Plan, la economía de todos
los países participantes, excepto la República
Federal Alemana, había superado los niveles previos a la
guerra y en las dos décadas siguientes, Europa Occidental alcanzó un
crecimiento y una prosperidad sin precedentes.
Una vez recuperadas las economías de los Estados de Europa, parecía
absolutamente necesario avanzar en la integración de las mismas; en concreto
las de los Estados del bloque Occidental. Con esa intención, en 1951 se firmó
el Tratado de París, formalizando la creación de la Comunidad Europea del
Carbón y del Acero (CECA), y en 1957 el Tratado Constitutivo de la Comunidad
Europea, que establecía la Unión aduanera y la Política Agrícola
Común entre los Estados firmantes.
El 17 de febrero y el 28 de febrero de 1986 se firmó el Acta
Única Europea. Este tratado pretendió superar el objetivo
de Mercado Común para alcanzar el objetivo de Mercado
Interior que implicaría un espacio sin fronteras interiores, en el que la
libre circulación de mercancías, personas, servicios y capitales estaría
garantizada.
En Estados Unidos y Europa Occidental estaban satisfechos con los resultados
de estos acuerdos políticos. A principios de la década de los años 80 del Siglo
XX la Unión Soviética había perdido todas las esperanzas de exportar la
revolución comunista a los Estados occidentales; más aún, entre sus propios
satélites se estaba generando un enorme problema porque la economía de todo el
bloque socialista estaba paralizada y los ciudadanos de aquellos Estados veían
como el nivel de vida del bloque occidental subía sin detenerse, mientras las
condiciones de vida en su lado del muro se deterioraban a la misma velocidad.
En la noche del jueves, 9 de noviembre de 1989, al
viernes, 10 de noviembre de 1989, cayó el muro de Berlín
como consecuencia de las exigencias de libertad en la República
Democrática Alemana. El 8 de diciembre de 1991, tras el fracaso
del golpe de Estado de Agosto, la Unión Soviética quedó disuelta por acuerdo
entre las principales repúblicas que la componían. Europa Occidental había
resistido durante toda la Guerra Fría y los antiguos satélites de la extinta
Unión Soviética deseaban acercarse económicamente al bloque occidental. Las
razones para que Europa fuese el escenario preferente de la estrategia de los
vencedores de la Segunda Guerra Mundial se habían esfumado; ahora pasaba a
primer plano el Próximo y Medio Oriente. Sin embargo, en aquellos Estados de
Europa Occidental se había ido formando una clase política estrechamente
vinculada a los asuntos comunitarios, que además, tenía unos intereses que
coincidían a menudo con poderosos grupos financieros que hacían negocios en el
conjunto de Europa y en otros continentes.
Estas clases políticas y financieras, con enorme influencia en los
distintos gobiernos de Europa, se apresuraron a firmar el Tratado de la
Unión Europea, también conocido como Tratado de Maastricht. Este tratado
se firmó el 7 de febrero de 1992, entró en vigor el 1 de noviembre
de 1993. En virtud de este acuerdo se pretendía establecer una política
exterior común, una seguridad común y una justicia común. Uno de los puntos más
importantes de este tratado es el que se refiere a la creación de una moneda
única para toda la Unión Europea; dicha moneda, denominada euro, entró en
circulación el 1 de enero de 2002 en los 12
estados de la UE que la adoptaron en aquel año.
Uno de los beneficios más importantes del euro fue la reducción de los
riesgos provenientes del tipo de cambio, lo que hacía más fácil la inversión a
través de las fronteras. Además las actividades financieras se beneficiaron
de la eliminación de los costes asociados a las transacciones bancarias
entre divisas. Se esperaba igualmente un incremento en la competencia y la
disponibilidad de productos financieros a través de la unión, que reduciría sus
costes para las empresas y posiblemente también para los consumidores
individuales.
Sin embargo, en contra de las buenas espectativas de los burócratas
europeos, en 2008 estalló la crisis económica más profunda desde 1929. La
crisis comenzó en Estados Unidos, pero tuvo y sigue teniendo hoy en día más
virulencia en Europa. En un principio se mostró como una crisis bancaria y
financiera, pero acabó siendo de deuda pública; varios Estados europeos
entraron en quiebra técnica y hubieron de ser rescatados de manera abierta o de
forma encubierta.
Lo cierto es que el euro fue una de las cosas más afectadas por la crisis;
de forma indirecta, eso desde luego. Entre amplios sectores de la opinión
pública se extendió el convencimiento de que la moneda única era un fracaso, y
que era responsable en buena medida de la deriva catastrófica de la crisis.
Conviene tener en cuenta que la entrada del euro supuso un enorme aumento
de la inflación en ciertos países de la UE. Esto se ocultó desde el principio y
se llevó a cabo una manipulación de los datos económicos para que los
ciudadanos no cayesen en la cuenta de lo que estaba ocurriendo.
El 1 de enero de 2002 el euro comenzó a circular al
cambio de 166,386 pesetas por euro; sin embargo, la inmensa mayoría de los
ciudadanos españoles notaron que al cabo de pocos meses el euro se había
devaluado con respecto a la antigua peseta. Esto supuso una subida de precios
como no se había conocido desde hacía décadas. Los políticos y algunos
economistas a sueldo declararon que aquella inflación desbocada era el síntoma
más claro de una economía que marchaba a gran velocidad y, por supuesto,
consecuencia de la fortaleza del euro.
Esto no resiste el primer análisis, porque lo que estaba ocurriendo era un
fenómeno de esquizofrenia económica: el euro se revalorizaba en el exterior y
se devaluaba en el interior. Su consecuencia fue una pérdida brutal de la
competitividad de algunos Estados de la UE.
Hacia 2010 varios Estados de la UE estaban quebrados y comenzó a escucharse
el sálvese quien pueda. ¿Estaba quebrado también el proyecto europeo? Hubo
momentos en que pareció que sí. Pero esta clase política que gobierna Europa no
puede abandonar el proyecto político de la UE. Se subieron a ese barco hace más
de medio Siglo, cuando comenzó la política de bloques, y ahora sus destinos
están atados con fuerza. No hay vuelta atrás, se saldrá de la crisis y se
continuará por la senda de la integración económica y política; no por miedo a
un enemigo exterior como antaño, sino por pura y simple supervivencia.
sábado, 14 de diciembre de 2013
ORÍGENES DEL MONOTEÍSMO
En el calor de este verano he escrito un artículo al que he titulado "Rey Josías"https://sites.google.com/site/temasdelahistoria/rey-josias y que trata sobre los orígenes del judaísmo en particular y del monoteísmo en general. En dicho artículo se hace referencia a diversos testimonios que demuestran que el núcleo central de la Biblia fue escrito entre finales del Siglo VIII a. C. y finales del Siglo VII a. C. La documentación que utilizo en este artículo está extraída íntegramente de las investigaciones y publicaciones de los arqueólogos israelíes Israel
Finkelstein y Neil Asher Silberman.
La deducción más asombrosa que se extrae de lo expuesto en este escrito es que los conceptos básicos del monoteismo judaíta fueron elaborados por un grupo reducido de personas, funcionarios y sacerdotes, que poseían una formación intelectual muy por encima del resto de las personas de aquella sociedad. Podemos decir que la Biblia, al menos en su porción nuclear, fue escrita en un espacio reducido, es decir, en las dependencias del Templo y en las oficinas y archivos de la ciudadela de Jerusalén.
Sin embargo, este enorme esfuerzo intelectual y literario no fue lo que le dio a la Biblia la proyección universal que tiene hoy día y que previsiblemente tendrá siempre. Fue el fracaso de aquel gran proyecto y la posterior voluntad del pueblo judío de mantener viva aquella idea lo que construyó definitivamente el edificio del monoteísmo. Todo ello a pesar de las inmensas dificultades que encontró el judaísmo para sobrevivir a lo largo de los siglos.
De la misma manera, podemos contemplar el origen del cristianismo ya en aquellos tiempos; pues solo se trataría, en esencia, de una interpretación peculiar de las causas de aquel fracaso histórico que supuso la muerte del rey Josías y la destrucción de Jerusalén por Nabucodonosor, y de una chispa de esperanza para aquellos que creían que, a pesar de todo, Dios establecería su reino en la Tierra y la casa de David se volvería a sentar en el trono de Jerusalén.
viernes, 13 de diciembre de 2013
LA HISTORIOGRAFÍA CRECE POR ORIENTE
Veamos que podemos leer cuando abrimos por el índice cualquier libro de
texto de Enseñanza Media que trate sobre Historia Moderna y Contemporánea:
Grandes Descubrimientos, Capitalismo Mercantil, Monarquías Autoritarias, Reyes
Católicos, Los Austrias, El Renacimiento, La Reforma, La Contrarreforma, El
Barroco, Guerra de los Treinta Años, Monarquía Absoluta, Los Borbones etc...
Como puede comprobarse con facilidad, los contenidos se refieren
exclusivamente a la Historia de Europa, y si en algún momento hacen referencia
a los acontecimientos ocurridos en cualquier otro continente es solo porque de
alguna forma están relacionados con Europa. La Segunda Guerra Mundial supuso un
cambio de tendencia por pura obligación; nadie podía volver la mirada hacia
otro lado ante la irrupción de Estados Unidos como superpotencia mundial tras
la derrota de Alemania y Japón y el titánico pulso mantenido con la Unión
Soviética durante la Guerra Fría. También la Unión Soviética parecía a simple
vista una potencia exterior a Europa; nada más lejano a la verdad, el
socialismo es una ideología puramente europea, que surge como respuesta a
conflictos típicamente europeos.
Puede decirse sin engañar a nadie que los europeos han estado durante
varios siglos atendiendo exclusivamente a sus cosas internas, sin prestar
atención al resto del Planeta como no fuese para hacer un buen negocio y hasta
ahí llegó la cosa.
Claro que nada es eterno, y esto sí que es una gran verdad, porque desde
principios del Siglo XXI los europeos y el resto de Estados occidentales han
comenzado a mirar de reojo a otras regiones del mundo que se han empeñado
obstinadamente en llamar la atención. El mundo islámico que desde finales del
Siglo XVIII parecía adormecido y controlado por las potencias europeas ha
estallado en una multitud de conflictos que han tenido como consecuencia que
Occidente ande extraviado en cuanto a la política a seguir en aquellas
regiones.
Pero lo más importante ha sido la progresiva aparición de lo que se viene
conociendo como Estados Emergentes. Se trata de Estados jóvenes, surgidos en su
mayoría durante el Siglo XX, que han experimentado un rápido crecimiento demográfico
y económico. Sus poblaciones han crecido rápidamente en los últimos cien años
como consecuencia de la difusión de los avances científicos en el campo de la
medicina y la mejora de las condiciones sanitarias en general. La mortalidad ha
disminuido muchísimo y la natalidad se ha mantenido alta; tanto es así que en
algunos casos se han tenido que aplicar políticas antinatalistas para evitar la
superpoblación.
El crecimiento aceleradísimo del PIB de estos estados se ha producido
porque han encontrado un nicho vacío en el sistema productivo mundial. Han
inundado los mercados de productos baratos de mediana o baja calidad; algo que
no importa mucho a la sociedad consumista occidental. Estos precios baratos han
sido posibles gracias a una ingente mano de obra muy barata y a la ausencia de
controles en el ámbito financiero, industrial y comercial. Los costes de
producción bajísimos en comparación con los de los países desarrollados de
Europa y América del Norte han atraído hacia estas economías emergentes una
enorme inversión de capital en todos los sectores de la producción.
Consecuencia de todos estos acontecimientos que se han producido fuera de
la esfera Occidental ha sido, por ejemplo, que China fuese en 2012 el mayor
productor de acero del mundo con 708,7
millones de toneladas, sobre un total de 1.509,8 millones, es decir, casi el 47% de la
producción mundial. En el mismo año, el PIB de este Estado asiático alcanzó los
6.391.718 millones de euros y su tasa de crecimiento en los
primeros nueve meses de 2013 se situó en el 7,7 %.
Otro Estado que crece a marchas forzadas es la India. Su PIB alcanzó
los 1.868.381 millones de dólares en el período 2011-12 y llevó a cabo en
el mismo período un volumen de exportaciones por valor de 250.468 millones
de dólares.
Para hacernos una idea de la evolución de estos dos Estados en las últimas
décadas basta con saber que China es actualmente el segundo consumidor de
energía eléctrica del mundo con 2.859.000.000
de MW/h al año; mientras que India es el séptimo consumidor
con 488.500.000 MW/h al año.
Pero lo más sorprendente de todo es que el Gobierno de
China se ha convertido en el primer prestamista del mundo y en el mayor
acreedor de Estados Unidos, la primera potencia mundial. China cuenta con la
mayor provisión mundial de reservas de divisas, en parte debido a sus
esfuerzos por fomentar las exportaciones al mantener bajo el valor de su
moneda, el yuan. No revela sus participaciones, pero una buena parte de sus
reservas de divisas está invertida en deuda del Gobierno estadounidense; el
país tenía en julio 1.27 billones de dólares en títulos del Tesoro de Estados
Unidos.
Con estos datos parece aconsejable que los historiadores comiencen a
preocuparse un poco por conocer lo que ha ocurrido en Extremo Oriente en las
tres últimas décadas y vayan sacando consecuencias de todo ello. Parece
inevitable que la Historia en Occidente empiece a prestar atención a Oriente.
No se trata solamente de adaptarse a los nuevos fenómenos de la globalización;
es mucho más, la cuestión estriba en que el peso de ciertas regiones del
planeta se aligera progresivamente, mientras otras zonas aumentan su peso año
tras año. Que el Océano Pacífico sustituya en importancia económica y
estratégica al Atlántico es una posibilidad nada remota.
jueves, 12 de diciembre de 2013
LA CUESTIÓN ORIENTAL II
En la entrada anterior hice unas reflexiones sobre las hegemonías que adquieren algunas potencias y la duración de las mismas. En concreto me referí a la supremacía mundial de Estados Unidos, desde la desaparición de la Unión Soviética hasta el día de hoy. Me atreví a decir entonces que Estados Unidos, consciente de un casi imperceptible, pero insoslayable declive, había planeado retirarse de algunas zonas del planeta que hasta este momento estaban bajo su control indirecto. La zona principalmente afectada por esta retirada era el continente asiático. También afirmé que el vacío de poder que inevitablemente dejaría Estados Unidos, sería ocupado por una o varias potencias que emergían en este continente; éstas eran Rusia, China y la India. Los acontecimientos de este mes de Agosto en Próximo Oriente corroboran estas impresiones sobre la deriva geoestratégica en Asia, y por ende, en el panorama internacional. El tablero estratégico en Próximo Oriente es tan complejo, y la sensación de autoconfianza de Estados Unidos y sus aliados es tan débil, que la campaña de Siria tiene muchas probabilidades de quedar abortada para siempre. Se trata de una operación de policía internacional que sí tiene un objetivo, aunque muchos lo nieguen: demostrar en aquella región del mundo quién es todavía quien manda. Pero la cosa no parece fácil; es como cuando atizamos un avispero con un palo, se trata de una acción peligrosa. Estados Unidos está demostrando que no quiere invertir un solo dólar en guerras ruinosas, y muchos menos tener que hacerle los honores a héroes que regresan en ataúdes. Muchas veces ocurre que cuando un sistema de poder se desvanece, se produce una coyuntura en la que potencias de mediano peso intentan medrar antes de que se muestre enteramente la nueva Potencia Hegemónica, que viene a ocupar el lugar de la anterior. Esto mismo ocurrió en el Siglo I a. C., cuando viendo todo Oriente la caída en picado de los reinos helenísticos de Macedonia, Siria y Egipto, el rey Mitrídates del Ponto aspiró durante unas décadas a ocupar el dominio de todos los territorios desde el Mediterráneo Oriental hasta los confines del mar Negro. Por supuesto que Mitrídates fracasó, porque se las tuvo que ver con la nueva potencia en ascenso que era Roma. Así mismo Irán, una potencia de segunda línea en Asia, ve ahora la oportunidad de expandirse, aprovechando las situación catastrófica e insegura de los Estados de la región, y que Estados Unidos le ha desbrozado el camino con una política equivocada, con muchas pérdidas y pocas ganancias. A río revuelto, ganancia de pescadores, dice el refrán castellano. Irán cuenta con muchos aliados que también ven una ganancia interesante en la situación. Rusia, que tarde o temprano tendrá que enfrentarse con Irán, como ya lo hizo con los rebeldes afganos y en el Siglo XIX con todos los musulmanes de Asia Central y también con los turcos, aparece momentáneamente como un posible aliado de cualquiera que no sea Estados Unidos. No obstante, las cosas son como son; la lucha por el control del continente arreciará en las próximas décadas. Mitrídates murió en una lejana fortaleza del norte del mar Negro rodeado de escitas que no hablaban el griego. ¿Cómo acabará esta partida?
LA CUESTIÓN ORIENTAL I
¿Cuánto tiempo permanece una potencia en hegemonía? Unas más, otras menos, otras apenas un instante. A lo largo de los tiempos podemos encontrar ejemplos significativos; Roma permaneció sin rival durante varios siglos en la cuenca del Mediterráneo, hasta que el sector occidental de su Imperio se disolvió como un azucarillo entre cambios económicos, sociales y migraciones humanas.
Cuando la Unión Soviética desapareció disuelta en sus problemas económicos, sociales y políticos en 1991, Estados Unidos quedó como única potencia hegemónica en el mundo. No sabemos si los dirigentes del país americano conocían la Historia del Imperio Romano, o habían leído las Res Gestae de Augusto, pero desde luego, tuvieron una reacción muy semejante a la del primer emperador ante la nueva situación que se presentaba ante ellos; comenzaron a hablar de un nuevo orden mundial. Sin embargo, el término fue públicamente presentado antes de la desaparición de la U.R.S.S., a raíz de los acontecimientos que desembocaron en la denominada Primera Guerra del Golfo.
Fue el presidente George H. W. Bush el que tuvo que enfrentar esta situación en el invierno de 1990-91. Bush "El Viejo", como debería denominársele para diferenciarlo de su hijo, fue muy habilidoso al conseguir organizar una coalición internacional compuesta por 31 Estados; entre los que se encontraban Francia, Reino Unido, Canadá, Australia y Arabia Saudita. Cabe destacar la ausencia en esta coalición de Alemania y Japón, los dos grandes derrotados de la Segunda Guerra Mundial. El otro gran ausente era, por supuesto, la Unión Soviética.
En aquel tiempo la U.R.S.S. callaba. En realidad no podía hacer otra cosa, pues pasaba por un momento dificilísimo, marcado por una profunda crisis económica y una gran agitación política en la cumbre de las instituciones del Estado; tanto es así, que pocos meses después de haber acabado la guerra, desapareció tras un intento de golpe de Estado.
Bush "El Viejo" habló de un nuevo orden, pero no lo definió en absoluto; lo más que llegó a decir fue que el Nuevo Orden encontraba su razón de ser en la expansión de la democracia por todo el mundo; idea imprecisa y vaga si se analizan individualmente los regímenes democráticos desde un punto de vista individualizado y las relaciones entre ellos. Pero Bush quedó satisfecho con aquellas declaraciónes, que junto a la retórica de la libertad parecían justificar la supremacía de Estados Unidos en el mundo, estableciendo de manera formal a esta potencia como directora de Estados y guía de la humanidad.
Pero, como afirman algunos sabios, en el origen se incluye todo, porque, en efecto, fue la situación en Próximo y Medio Oriente la que minó incansablemente las posibilidades de maduración de aquel Nuevo Orden. Después de la Primera Guerra del Golfo vino la difícil Guerra de Afganistán, y después la cruenta y brutal Segunda Guerra del Golfo.
Veinte años después de la proclamación del Nuevo Orden Mundial Estados Unidos ha abandonado este concepto absolutamente. Es más, si ningún cambio imprevisto lo impide, se verá obligado a abandonar la hegemonía en todo el continente asiático. En realidad se trata de dejar Oriente porque ya no se puede mantener como región subordinada.
Y el espacio que se abandona, inevitablemente es ocupado por otros que lo desean. Los tres grandes candidatos son Rusia, China e India. Desde luego que Estados Unidos planea una retirada ordenada, algo muy lejano de una vergonzosa huída, demostrando que aún es la gran potencia. Si saben retirarse a tiempo habrán demostrado que poseen en realidad la sabiduría de los grandes, que no son esa nación de ingenuos como afirman quienes pretenden ofenderles.
Lo trágico es que el vacío de poder será disputado básicamente por tres potencias que tendrán dificultades para llegar a acuerdos entre ellas. Tienen una característica común, que las tres son sociedades en proceso de rápido cambio, lo cual empeora la situación, si cabe. Las tres son además potencias nucleares que deben tener sumo cuidado al realizar sus movimientos estratégicos. Por otra parte, al menos una de llas, China, es una gran incógnita, pues parece difícil que pueda permanecer durante mucho tiempo sin realizar profundas reformas políticas que permitan la participación de los ciudadanos en los asuntos de gobierno.
Finalmente queda Europa, próxima a este escenario geoestratégico y sin un rumbo claro en lo interior y lo exterior, sin tan siquiera hacerse ningún planteamiento sobre el asunto y construir un proyecto que tenga la adhesión de los ciudadanos.
martes, 10 de diciembre de 2013
EL MIEDO DE EUROPA
Continuando con el tema anterior, podemos hablar del fracaso de la sociedad europea. Desde luego, ha habido en la Historia otros ejemplos de derrumbe catastrófico de estructuras políticas, sociales y económicas como la europea. Salvando las inmensas diferencias, también podríamos quedar sorprendidos al contemplar la caída estrepitosa del Califato de Córdoba, es decir, de aquella sociedad que vino a denominarse Al-Andalus. Aquello fue quizas más brutal, pues en unos treinta años desapareció absolutamente una de las construcciones políticas y culturales más asombrosas de la humanidad. Europa quedó devastada cuando se encontraba en su apogeo, y los europeos parecen no haberse dado cuenta.
Por supuesto, la aversión de la sociedad europea actual a mirarse en el espejo es su mayor problema. Por esa causa es fácil ver a los ingleses envolverse en su harapienta capa imperial o a los franceses levantar la barbilla y tararear la Marsellesa cuando se cruzan con alguien de otro país. Los más preocupantes son los alemanes, que hacen como si la Historia del Siglo XX no fuese con ellos, o como si Alemania hubiese surgido del mapa hace tan solo un par de décadas. No obstante, yo diría que el caso más aterrador es el de España, una sociedad que odia furiosamente su propia Historia.
Todos estos son síntomas de una sociedad que tiene miedo a mirarse de frente a sí misma. No es fácil reconocer que uno ha fracasado, aunque hacerlo sea un signo de madurez. Quizás el problema de Europa es que le sobrevino el fracaso cuando aún era adolescente; y decir esto hará sorprenderse a muchos, pues casi todos consideran a Europa como una sociedad envejecida, poseedora de una cultura milenaria. Nada más alejado de la realidad, ya que los europeos se comportan a menudo como unos jóvenes inexpertos. Lo peor es que no han comprendido que hay otras civilizaciones que también pueden exhibir una cultura milenaria, pero que poseen una vitalidad infinitamente superior a la que muestra hoy en día la "vieja" Europa.
Reconocer que hubo un momento en que nos equivocamos y nos vimos arrastrados a nuestra propia destrucción y consecuente postergación es muy sano, pues así tendremos la posibilidad de renovarnos. Es por ello, que el centenario de 1914 nos brinda la ocasión de repasar nuestra Historia reciente y aprender de lo que nos ocurrió, en lugar de tener miedo de ello y eludir nuestra responsabilidad histórica en el pasado y en el futuro.
lunes, 9 de diciembre de 2013
EUROPA SIN HISTORIA
Uno de los fenómenos más curiosos de nuestro tiempo es la actitud de la sociedad europea ante su propia Historia. Es casi imposible que cualquier visitante de una ciudad europea no sea conducido hasta cualquier monumento o antiguas ruínas de la localidad. De todos los continentes, probablemente sea Europa el que posee el patrimonio histórico más extenso y mejor conservado; la inmensa mayoría de sus ciudades y pueblos remontan su origen a época prerromana, al Imperio Romano o a la Plena Edad Media. Se podría esperar que con todos estos estímulos, los europeos fuesen unos ciudadanos que conociesen bastante bien la Historia de su localidad, de su región, de su país, y en general de su continente. Pero nada de esto ocurre. Es cierto que muchos europeos, por no decir casi todos, conocen ciertos detalles y lugares comunes de su Historia; pero nada más. En general, lo que conocen son tópicos, a veces medias verdades, y la mayoría de las veces vaguedades, imágenes procedentes del cine o la televisión. Los mejor informados han bebido en las fuentes de la novela histórica, con toda su carga de dramatismo necesario.
Pero es llamativo que hay una parte de la Historia de Europa sobre la que el nivel de información cae de manera evidente. Me refiero al Siglo XX. y esto es un poco extraño, porque se trata de la etapa histórica más reciente, más cercana a nosotros. Es más, podría pensarse que en los medios de comunicación y de divulgación se pasa de puntillas por ciertos momentos de aquel siglo. Y sin embargo, los acontecimientos históricos que ha vivido Europa en el Siglo XX han sido de una importancia enorme.
A principios del Siglo XX, los Estados europeos llevaban más de cien años de desarrollo tecnológico ininterrumpido, muchos de ellos poseían economías en crecimiento rapidísimo y la población también crecía a un ritmo altísimo como consecuencia de la mejora de las condiciones de vida, sobre todo de la alimentación y la atención sanitaria.
Aquella sociedad europea de principios del Siglo XX poseía un desarrollo cultural admirable en todas las artes, y la Filosofía y la Política llevaban muchos años en una fase de creatividad sólamente comparable a la de la Grecia Clásica. Los europeos de aquel tiempo habían dominado el mundo, estaban presentes en todos los continentes, ya fuese ejerciendo un dominio político o económico. En resumidas cuentas, la civilización europea de principios del Siglo XX se encontraba en su apogeo y ante ella aparecía un horizonte brillante, de progreso sin límite, de mejoras y éxitos en todos los aspectos.
¿Qué ocurría tan solo 50 años después? El continente había sido devastado por dos guerras fraticidas; los muertos se contaban por millones. La economía estaba arruinada y el dominio comercial y financiero sobre el resto del mundo había desaparecido. Los imperios coloniales de Gran Bretaña y Francia se habían esfumado.
¿Y qué podemos decir de la Cultura? El pensamiento se había hundido en el nihilismo, el absurdo había desplazado a la razón y el sentimiento de culpa impregnaba cualquier estructura ideológica. Políticamente hablando, el continente había quedado dividido en dos bloques; por un lado el bloque comunista con su propuesta cláramente totalitaria, por el otro, el bloque de las democracias liberales sometidas al control de Estados Unidos e infectadas de lo políticamente correcto hasta el límite de lo ridículo.
En resumidas cuentas, en menos de 50 años Europa había pasado de ser el continente líder en todos los ámbitos a ser una sociedad sin estímulos ni ambición, desesperada del progreso, vacilante entre ideologías pesimistas y totalitarias y subordinada en los planos económico, político y militar.
Lo increible es que habitualmente se pasa por alto de todo esto, no hay interés por recapacitar sobre lo que ha ocurrido, y mucho menos por encontrar soluciones a la situación a la que nos llevaron nuestras equivocaciones. Los europeos no conocen, o no quieren conocer, su Historia reciente y, por tanto, caminan a ciegas, sin rumbo.
jueves, 5 de diciembre de 2013
EL MITO
Continuando con las reflexiones de la entrada anterior, es un hecho que el
mito se creó como memoria donde se contenían conocimientos y creencias que eran
imposibles de recordar pues aún no se conocía un sistema de escritura gracias
al cual quedasen registrados. Es por esta razón que en sus comienzos el mito
está muy vinculado a la música y la dramatización; el ritmo y los gestos ayudan
a recordar historias e ideas. Pero el mito no murió con la aparición de la
escritura, sino que continuó cumpliendo su labor entre las grandes masas de
manera paralela a los textos escritos. Es más, no faltamos a la verdad si
decimos que la inmensa mayoría de las ideas, creencias y recuerdos de la mayor
parte de la población proceden del mito y no de los textos escritos.
Pongamos un ejemplo: si preguntamos a cualquier andaluz por Medina Azahara,
nos responderá que se trata de un palacio enorme y nos lo pintará semejante a
los de las Mil y Una Noches, con maravillosas fuentes y repleto de oro y
piedras preciosas. Cuando le preguntemos por quiénes vivían allí nos dirá que
el Califa, un hombre muy culto y refinado, respetuoso y liberal en sus formas y
opiniones; rodeado de sabios y bellísimas mujeres de ojos expresivos. Según
este hipotético andaluz al que hemos preguntado, la riqueza y la felicidad
serían comunes en aquel palacio, porque todos eran muy cultos y muy educados.
Puro mito, como puede comprobarse fácilmente.
Por otra parte, si preguntamos a un asturiano por el rey Pelayo, lo más
probable es que nos conteste que fue un hombre increiblemente valiente,
honrado, justo y poseedor de una fuerza poco habitual; y que por estas razones
y porque recibía auxilio divino, venció en cuantas batallas estuvo, aunque los
enemigos le doblasen en número. Auténtico mito, como puede sospecharse.
Como hemos dicho el mito simplifica hasta el extremo, aunque el resultado
sea de una ingenuidad enternecedora; y eso ocurre porque es más fácil entender
y luego recordar lo que no es complejo, lo que no da espacio para la discusión.
MEMORIA
Se suele decir que la memoria del ser humano es corta. Esto se refiere a que habitualmente cualquier persona puede recordar con bastante detalle muchos acontecimientos ocurridos durante su vida, pero mostrará dificultades para conocer hechos inmediatamente anteriores a su nacimiento. Esta misma persona conocerá algunos acontecimientos ocurridos en tiempos de sus padres, y tendrá una débil noticia de algunos acontecimientos sueltos de tiempos de sus abuelos. De lo acontecido más allá es casi seguro que no sabrá nada; y si sabe algo, es en unos términos tan nebulosos que lo más probable es que el mismo individuo no tenga idea de a qué se refiere. La Historiografía, la Literatura y las otras artes son, por tanto, el registro de todo aquello que no podemos recordar.
En las sociedades que carecen de escritura esta forma de recordar los
acontecimientos no es posible, y por lo tanto se recurre a otros sistemas de
memoria. El más antiguo es el mito.
El mito está dirigido a los grandes grupos humanos; es una manera de que
miles o millones de personas conserven el recuerdo de acontecimientos o ideas y
creencias del pasado remoto. Por su condición de contenido
elaborado para las masas, no admite complejidad alguna, ni puntos de vista
diferentes; debe ser simple, claro y conciso. Esto no implica que no pueda
haber diferentes versiones de un mismo mito. Muchos opinan que fueron los
mismos grupos humanos los que crearon los mitos, es decir, fue una obra común
de las civilizaciones. Otros opinan que su origen está en la genialidad y el
trabajo creativo de individuos privilegiados en cuanto a capacidades. Es
posible que
todos tengan razón, que sobre una base de recuerdos y contenidos populares
actuasen después aquellos creadores, seres inteligentes, elevados por el arte y
la belleza.
miércoles, 4 de diciembre de 2013
REPLANTEAMIENTO PEDAGÓGICO
Quien no se haya enterado de que los
resultados escolares en España son pésimos es que no ve la televisión,
ni escucha la radio , ni lee los periódicos. Porque estos medios de
comunicación están repitiendo constantemente la noticia de que nuestros
jóvenes alcanzan unos objetivos educativos inferiores a la media
europea. Creo que antes de opinar con conocimiento de causa sería bueno
darse una vuelta por las zonas metropolitanas de Londres y París para
ver como están allí las cosas. No obstante, parece cierto que a la
mayoría de los alumnos les gusta poco la Historia. Parece ser que esta
materia despierta poco interés entre los más jóvenes; que la estudian,
sí; sobre todo en vísperas de exámenes; pero que misteriosamente no
recuerdan nada de lo estudiado pocos días después de la prueba escrita.
¿Falta de memoria? No lo creo. Estoy seguro de que si preguntásemos a
cualquier estudiante de enseñanzas medias por los contenidos históricos
que estudió el curso anterior no sabría contestarnos nada más que
vaguedades. Esto es un grave problema. Emulando a Lorca se puede decir
que en sus cabezas hay una vaga astronomía de historias inconcretas.
Estableciendo un paralelismo podemos decir que un alumno al cabo de
los años sabe los números, sabe operar con ellos formalmente y, en
muchas ocasiones sabe aplicar estas operaciones a su realidad inmediata.
En Historia no ocurre esto.
Ante esta situación ¿qué sería conveniente hacer? Indudablemente se
impone un replanteamiento radical del sistema de enseñanza-aprendizaje
de la Historia. Y digo sistema y no método
con toda intención, porque no se trata de buscar solamente estrategias
metodológicas, si no de mirar el aprendizaje de esta materia desde una
nueva perspectiva.
Quizá lo primero que había que hacer
es preguntarnos ¿Para qué sirve la Historia? O mejor dicho ¿para qué nos
sirve la Historia en nuestras vidas particulares y concretas?
Cuando un arquitecto mide con una
regla, sabe para qué le sirve la regla, pero para un joven estudiante
¿Para qué le sirve conocer el contenido del tratado de Verdún? Lo más
seguro es que lo ignore.
martes, 3 de diciembre de 2013
PUDO EVITARSE
Me dediqué en los primeros días de 2013 a escribir el artículo "1914-2014. CENTENARIO DE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL"https://sites.google.com/site/temasdelahistoria/siglo-xx. Cuando fui avanzando en la investigación y me zambullí en la documentación, más fuertemente creció en mí la idea de que aquel año de 1914 fue de una importancia crucial para Europa y para toda la civilización occidental. A finales de aquel año los europeos se habían dado ya de cara consigo mismos y con todas las enormes contradicciones de la civilización que habían construido. 1915 y 1916 supusieron un choque tan brutal para millones de personas que se produciría el comienzo de un cambio en la Historia y en las ideas de la humanidad. Todo un modo de vida y de entender el mundo desapareció con aquella guerra, y sus consecuencias se alargan hasta nuestro tiempo. El tema da para mucho trabajo y, posiblemente, lo complete con algún artículo más que profundice en aspectos concretos de esta guerra.
Una de las preguntas que suele uno hacerse al poco de contemplar los acontecimientos que desencadenaron la guerra de 1914 es ¿pudo evitarse? La gran mayoría de los entendidos en el tema opinan que no, que aunque no se hubiera producido el atentado de Sarajevo, la guerra hubiera estallado por cualquier otra causa, que ocasiones no faltaban. Es posible que aquella guerra fuese algo fatal, inevitable. Pero quizá, lo que había que decir acerca de esta cuestión es que fue una guerra inesperada por todos, incluso por los que más claramente la provocaron. En el verano de 1914 todos creían que la guerra duraría, a lo sumo, cinco o seis meses. Y, desde luego, lo que no sospechaban era la tremenda brutalidad que supuso y las enormes consecuencias que tuvo. Creían en general, que se trataba de una guerra balcánica más; que eso sí, tendría un apéndice en la frontera entre Francia y Alemania, pero nada más. Si hubieran sabido lo que se avecinaba no cabe duda de que hubieran seguido el camino de la diplomacia y de los acuerdos. Pero no lo hicieron y actuaron estúpidamente en un momento en que era necesaria gran responsabilidad; virtud de la que carecieron monarcas engreídos, políticos oportunistas y trepadores, capitalistas ambiciosos y un pueblo ignorante o ingenuo, según se mire.
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