martes, 24 de diciembre de 2013

¿HACIA DÓNDE NOS LLEVA LA UE? II

En 1815, tras el Tratado de Viena, Prusia acabó convencida de que la única manera de sobrevivir era transformarse en un Estado poderoso y poseedor de amplios territorios. Rusia no quería que surgiese una gran potencia al Oeste de sus fronteras y por esa razón se sintió satisfecha con la creación de la Confederación Alemana, compuesta por treinta y ocho Estados, entre ellos Prusia y Austria. Aquella confederación era un seguro para evitar cualquier verdadera unificación de los principados alemanes. Francia, que había sido derrotada en Waterloo, tampoco deseaba un Estado fuerte en Centroeuropa, y en la Confederación Alemana los principados se miraban unos a otros de reojo con desconfianza; era el escenario ideal para que la atomización del espacio alemán se perpetuase. No obstante, Prusia entendió desde muy pronto que la única vía para convertirse en una de las potencias más importantes de Europa pasaba por la unión de los Estados alemanes. Con este objetivo creó la Unión Aduanera de Alemania, organísmo al márgen de la Confederación y del que quedaba excluida Austria.
En 1864, tras la Guerra de los Ducados, Prusia se anexionó Schleswig y Lauenburgo. En el verano de 1866 Prusia venció a Austria tras un conflicto bélico que dividió a la Confederación Alemana en dos bandos; como consecuencia la Confederación quedó disuelta y Prusia se anexionó Hanover, Hesse-Kassel y Holstein.
Eran los tiempos de Bismarck, y el astuto político consiguió organizar la Federación Alemana del Norte, auténtico núcleo de la futura Alemania. Bismarck era un experto conocedor de las relaciones entre los Estados europeos y sabía que la unificación de todos los Estados alemanes exigía infligir una severa derrota a Francia, que a la sazón era el Estado más interesado en evitar el fortalecimiento de Prusia. En la batalla de Sedán el ejército francés sufrió una gran derrota y el emperador Napoleón III fue capturado por los soldados prusianos; meses despues, Guillermo I de Prusia se proclamaba Emperador de Alemania. El acto tuvo lugar el 18 de Enero de 1871 en el palacio de Versalles; había nacido Alemania.
Desde su fundación el Imperio Alemán experimentó un crecimiento económico sin precedentes. La producción de acero y carbón se multiplicó en las décadas siguientes, y la industria de equipamiento no dejó de crecer.
Como hemos dicho eran los tiempos de Bismarck, hombre prudente que comprendió desde un principio que la unificación de Alemania exigía un largo período de paz para llegar a consolidarse. Por esta razón el político prusiano desarrolló una estrategia diplomática conocida como realpolitik.
No obstante, el Imperio Alemán pronto experimentó una acuciante necesidad de materias primas y nuevos mercados en los que vender sus productos. En esto se le habían adelantado Inglaterra y Francia, pues ambas potencias habían creado sus respectivos imperios coloniales en la segunda mitad del Siglo XIX.
El conflicto era inevitable. Los intereses enfrentados eran enormes y ya no se trataba de pelear por cuestiones menores; lo que se dirimía era la supremacía en el continente europeo. Rusia también entró en la lucha de intereses y el estallido se produjo en el verano de 1914, tras el asesinato de Francisco Fernando, heredero de la corona de Austria-Hungría. https://sites.google.com/site/temasdelahistoria/siglo-xx
Como consecuencia de estos acontecimientos Europa padeció dos terribles guerras en las que murieron millones de personas y la economía de los Estados europeos quedó arruinada. Los resultados de estos conflictos bélicos fueron desastrosos para Europa; en 1945 Alemania estaba completamente destruida, mientras que Gran Bretaña y Francia habían caído totalmente bajo la influencia de Estados Unidos. En la mitad oriental del continente había aparecido un Estado totalitario, la Unión Soviética, que desde el principio mostró vocación de establecer un dominio mundial. Irónicamente, no fueron los antiguos imperios europeos los que acabaron estableciendo su hegemonía sobre el continente, sino una federación de repúblicas que obedecían a un partido que proclamaba la dictadura del proletariado.
Una vez desaparecida la Unión Soviética y reunificada Alemania en la forma de un Estado democrático y federal la pregunta que podemos hacernos es ¿Volverán de nuevo las tensiones entre los Estados de Europa, o por el contrario las fuerzas integradoras respaldadas por los burócratas de la Unión Europea se impondrán finalmente? Más de medio siglo de esfuerzos de integración tienen mucho peso en la balanza; los intereses económicos y personales están muy entrelazados, pero cualquier tema menor o conflicto de segunda línea puede hacer saltar los viejos rencores, los antiguos egoísmos. Como ejemplo fijémonos en España; cuando creíamos haber vencido a nuestros demonios domésticos hemos vuelto de nuevo a las posiciones de los años 30 del Siglo XX.  

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